Me uno al llamado que Emma Watson, embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas, les hiciera a los hombres del mundo en general y, en particular, a los de nuestro país pidiéndoles que se unan al movimiento solidario para la igualdad de género, denominado #HeForShe. ¡Necesitamos su ayuda!
#HeForShe es una iniciativa sin precedentes, que pretende generar la promesa de al menos 1.000 millones de hombres y niños de luchar contra todas las formas de violencia y discriminación que enfrentan las mujeres y las niñas. La meta más ambiciosa: “Que una mitad de la población apoye a la otra mitad para el bien de toda la humanidad.”
La igualdad de género no es solo un asunto de mujeres, como lo expresó Watson, es un tema de derechos humanos. Tan importante es que las mujeres perciban igual remuneración por igual labor como el no ser vistas como objetos sexuales, de control o de seducción, según terroríficamente escribió un columnista. Tan relevante es que puedan ser protagonistas en la toma de decisiones como el que los hombres muestren sus sentimientos e inseguridades sin sentirse menos hombres ni ser presa de estereotipos –seguridad o éxito–, o bien que la figura paterna sea tan respetada como la materna.
Se trata no solo de borrar los errores de concepción de lo que significa el feminismo –un vocablo injustamente degradado y hasta satanizado, por lo que, incluso, algunas mujeres evitan utilizarlo–, sino también de convertir a hombres y mujeres en proactivos y orgullosos feministas.
Qué maravilla construir una sociedad en la que, como dijo Watson, “tanto hombres como mujeres puedan ser sensibles, y que tanto hombres como mujeres puedan ser fuertes…”.
El feminismo no es el odio ni la promoción de la confrontación entre sexos; por el contrario, es la lucha por que todos los hombres y todas las mujeres, sin distinciones ni discriminaciones, tengan los mismos derechos y oportunidades.
En el corazón, todos los ticos hemos sido siempre feministas. Lo que nos resta es acompañar nuestras convicciones con hechos y, de ahí, el llamado a la acción. Al momento de escribir esta columna, más de 100.000 hombres en el mundo se habían unido al movimiento, 300 de ellos costarricenses. Hoy les insto a que pongamos nuestra huella en esta lucha.
Invito a mis lectores a sumarse a esta iniciativa, y a mis lectoras a que propongan a sus padres, hermanos, amigos y compañeros unirse a ella para hacer suya la promesa de emprender acciones contra todas las formas de violencia y discriminación que enfrentan mujeres y niñas en nuestro país. Como mujer, esposa, madre y abuela, les pido apoyo y agradezco su ayuda.