¿Cómo recordar el 2014? Como un año de muchas expectativas y pocas realizaciones. Los cambios, por desdicha, palidecen ante el cúmulo de esperanzas frustradas. Bien lo podríamos resumir en un raído epitafio: “Lo que pudo haber sido y no fue”.
Empezó con un remezón político de gran calado. Pocas veces se había visto semejante rebelión del electorado. Hastío y frustración eran sus colores de identidad, acompañados del deseo ardiente por cambiar. Pero la nueva Administración no trajo consigo el cambio. La Asamblea, tampoco. La ilusión se tornó en desazón.
En lo económico, en vez de mejorar, retrocedimos. La discusión fiscal nos catapultó al pasado, con un Ejecutivo arrogante, empecinado en gastar, y una oposición, reforzada con Ottón, muy alerta al señalar cortes, muchos muy válidos, pero incapaz de concordar. Nunca puso el huevo. El presupuesto, al final, se aprobó tal cual (por default ). El Gobierno perdió al ganar. Después, reconoció ante el FMI que debía rectificar, pero lo dejó todo para después. Fiscalmente, un año perdido.
El 2014 terminó sin avanzar en empleo y pobreza; la desigualdad tampoco cambió; el PIB perdió dinamismo; descartaron la apertura en generación eléctrica y explotación geotérmica; mermó la confianza del inversionista; las expectativas del consumidor cayeron; creció el descontento.
Fueron constantes las idas y venidas en la mesa decisoria (cerrar la DIS, la refinería, y la ruta 32; combatir privilegios sindicales); no se desterraron prácticas cuestionadas (gastos en publicidad, propaganda, viajes) ni se fortaleció la buena imagen del quehacer oficial.
Hubo, sí, varios aciertos. La política cambiaria del BCCR es una de ellas. Adoptó a lo largo del año tres decisiones históricas: avanzar a la flotación (de hecho), fijar reglas de intervención en torno al tipo de cambio real de equilibrio, y sacar las operaciones oficiales del Monex para reducir volatilidad.
En lo monetario, la mejor decisión fue preservar las metas de inflación, a pesar del desvío temporal, y arrear los toretes monetarios de nuevo al redil para mantener a raya sus cornadas al IPC. Pudo haber reformado el régimen para derogar las bandas y migrar al esquema de inflation targets , pero titubeó. ¡Lástima! Veremos si en el 2015 se redime.
También hubo sudor y lágrimas en la arena deportiva. La Sele se lució. ¡Bravo! Si Bryan Ruiz, en el último partido, hubiera anotado aquel penal del desempate, el brillo se habría tornado en esplendor. Pero, aun así, lo hubiera hecho mariscal del Festival de la Luz. ¡Lo merecía!