El discurso inaugural del presidente Solís fue inspirador. Avivó muchas esperanzas pero, también, creó expectativas difíciles de cumplir. Ofreció la posibilidad de “escrutar día a día sus acciones para exigir rectificaciones”. Le vamos a tomar la palabra.
La forma más objetiva de contribuir a rendir cuentas es enumerar las cifras de las principales variables al inicio de su administración y compararlas con las que vayan brotando de su gestión. Pero debemos analizar también las relaciones de causalidad y dudas que surgen sobre las políticas económicas para ratificar o enderezar el rumbo.
En el 2013, el PIB real creció un 3,5% según el programa “macro-” del BCCR. Este año, las expectativas son de una ligera mejoría (3,8%) y, en el 2015, de 4,2%. El reto de don Luis Guillermo es mejorarlas. ¿Cómo? Todavía no está claro. Pero debe hacerlo si, en verdad, desea reducir el desempleo, que asciende a un 8,3%. ¿Lo hará cambiando el modelo económico, como afirmó en su discurso? A mi juicio, no deja de intimidar. La inquietud es si da un giro a la izquierda para mejorar la distribución (0,43 medida por el coeficiente Gini) en detrimento de la iniciativa privada y crecimiento de la producción y el empleo.
La cifra más reciente de inflación interanual se ubica en un 3,68% (medida por el IPC), bastante baja pero creciente. En abril, subió un 1,4%, la más alta en diez años. El reto es cómo estabilizarla, o reducirla, si desea preservar el valor real de los salarios y bajar la pobreza, corroída por los precios. Y aquí vemos una contradicción potencial: cambiar el paradigma legal del Banco Central de controlar con prioridad la inflación, para pretender atizar el crecimiento y empleo excediendo las tasas actuales del crédito (12%) y liquidez (13%). Es, de nuevo, la disyuntiva entre inflación y desempleo.
Las tasas de interés son bajas en términos reales y nominales. La básica pasiva está en un 6,8%. ¿La subirán para controlar la inflación o, más bien, bajará para estimular la producción? El riesgo es crear expectativas inflacionarias. El tipo de cambio anda buscando su acomodo. ¿Achicarán las bandas para impedirlo? ¿Qué pretenden privilegiar: la estabilidad o el equilibrio cambiario? ¿Tratarán de favorecer a los bancos que pretenden trasladar, de nuevo, el riesgo cambiario al BCCR a costa de más inflación? El déficit fiscal es el 6% del PIB y la deuda pública, el 50% del PIB. ¿En cuánto tiempo los reducirán o estabilizarán, y cómo? El déficit de la balanza de pagos es del 5% del PIB. Hay, además, otras cifras relevantes que iremos desmenuzando conforme avancen y se clarifiquen las políticas. El reto es grande. Y no bastarán las buenas intenciones.