Leí con interés la entrevista del periodista Álvaro Murillo al nuevo gurú de la política costarricense, Iván Barrantes, intitulada “La exitosa venta del ‘producto’ llamado Luis Guillermo Solís”. Asentí y disentí muchas veces, como diciendo sí, pero no.
Llegué a la (poco novedosa) conclusión de que, en política, no hay nada escrito en piedra ni las recetas pueden repetirse con iguales resultados. Parte de una premisa discutible: vender un candidato es igual que comercializar un producto como la Coca-Cola: “Había que dejar de pensar en una campaña para ciudadanos y pensar en consumidores. Este negocio es de vender ideas y esperar que las personas te paguen con su voto”. Grueso, ¿verdad?
Si aceptamos que los electores dejan de ser y de pensar como ciudadanos, para convertirse en consumidores, entonces la propaganda adquiere una relevancia que, creí, se había desplazado a un segundo lugar en esta campaña. Según su posición, el dineral que gastó el Tribunal Supremo de Elecciones en una campaña dirigida a los ciudadanos, no consumidores, fue un desperdicio. Reconoce que, al empezar, ya sabía del elevado porcentaje de indecisos y el repudio letal a la política tradicional.
Todos lo sabíamos. Pero ¿cómo canalizar el descontento con el statu quo hacia Luis Guillermo Solís, personaje relativamente desconocido? Como diría Cantinflas, ahí está el detalle. Barrantes dice cosas que, a mi juicio, no son tan persuasivas, como las marchas de la alegría y la casa de los sustos, donde atacaba a Villalta, Araya y Guevara. ¿Qué hay de nuevo en esa estrategia donde se combinan elementos positivos del candidato (resaltar sus virtudes) con un ataque a sus oponentes (resaltar sus defectos)? Todos los demás estrategas de los partidos políticos lo hicieron, sin excepción, pero sin éxito. En abono del nuevo gurú podemos decir que fue el único que lo logró.
Las grandes dudas que quedan flotando en el ambiente es si los electores votaron a favor de Solís o en contra del statu quo; si votaron por el PAC o en contra del PLN; si Rodolfo Hernández habría ganado, si le hubiera dado la gana de seguir; si Villalta tenía posibilidades, si no lo hubieran hecho blanco de la campaña del miedo; y si Luis Guillermo Solís habría ganado con campaña de la alegría o sin ella, y sin haber gastado ni un centavo en publicidad al estilo de Coca-Cola. Otra es si esa estrategia, vacía de contenido ideológico, podrá repetirse dentro de cuatro años después de ver correr la suerte del nuevo mandatario tras un gobierno que se perfila muy difícil, dadas su inferioridad numérica en el Congreso, la magnitud de los retos que enfrenta el país (fiscal, pobreza, desempleo y desigualdad frente a las promesas que él mismo hizo), y su inexperiencia para gobernar.