"Al fin los que gobiernan han decidido poner orden en la casa."
Debo reconocer que me complace que al fin los que gobiernan hayan decidido poner orden en la casa. La verdad, la situación del país no dejaba muchas alternativas: o se tomaban medidas drásticas para manejar el problema y trabajar hacia el orden, o no se tomaban y un día de estos habríamos amanecido sin salarios para el sector público, lo que habría causado un desastre social de proporciones inconmensurables cuya conjuración habría requerido medidas aún más drásticas. Esta vez no resultaba posible heredar el problema al próximo gobierno como han hecho los gobernantes desde hace varias décadas, porque el colapso absoluto del sistema se habría dado a cortísimo plazo. Ante la inminencia del desastre, los que gobiernan eligieron la opción de menor costo social y posiblemente también de menor costo político.
Sin embargo, a pesar de la urgente necesidad de hacer cirugía mayor al Estado debido a su incapacidad estructural para producir un desarrollo económico y social generalizado por diversas razones causales, la cirugía debe tener un propósito explícitamente definido. Además de resolver de manera coyuntural el problema del déficit fiscal, debe lograr ajustes en la estructura del aparato público tendientes a que éste brinde de manera eficiente y adecuada, los servicios necesarios para el fortalecimiento de una sociedad solidaria con calidad de vida generalizada. Así lo demandan la Constitución Política en su art. 1o, y la Declaración Universal de Derechos Humanos ratificada como ley de la República que afirma que la única y exclusiva razón de ser del Gobierno, es la búsqueda del bienestar para todos.
A pesar de coincidir sobre la urgencia de las medidas de ajuste, la falta de discusión pública de parte de los gobernantes nos hace temer que como ha ocurrido en otras latitudes donde se ha dado "el milagro", se disfrace cínicamente con la piel de oveja de la salud fiscal, una posición capitalista a ultranza que ubica como finalidad del ajuste el diseño de un Estado que se aboque al manejo de las variables monetarias y fiscales orientadas exclusivamente al fortalecimiento del capital con todas sus implicaciones sobre la concentración de los medios de producción y de la riqueza.
Desde luego, no tengo elementos para atribuir a los gobernantes tan aviesas intenciones; lo que sí noto es que las razones que nos dan para justificar la privatización y los recortes burocráticos, son exclusivamente de índole fiscal sin que ni por asomo se haya mencionado la necesidad de diseñar un gobierno puesto al servicio de un ideal de sociedad acorde a los principios costarricenses.
Supongo que debemos pensar que los fines de la reforma estructural han sido explícitamente planteados por los gobernantes que la llevan a cabo, aunque la información al respecto no nos haya llegado a los demás. Pero por si acaso, me permito recordarles que si no establecemos claramente los fines del aparato estatal, podríamos tirar al bebé junto con el agua de la tina y terminar por desmantelar un modelo de sociedad que nos ha permitido históricamente alcanzar algún grado de bienestar económico acompañado de bienestar social, algo que muy rara vez puede leerse en los tratados de historia o de economía.
Desde luego no pretendemos que los planificadores estén dotados de la chispa divina que les permita sin errores el manejo de las variables macroeconómicas para diseñar una sociedad democrática y equitativa, que a la vez que incentive la producción económica, incentive también el desarrollo social en un delicadísimo balance. Pero al menos debemos exigirles que lo intenten con seriedad y que pongan sobre el tapete la irrenunciable orientación democrática del ajuste. Hay en el país materia gris de gran categoría que podría salirse del molde capitalista que ante nuestro estupor los poderosos presentan como la única salida viable.
Para que la reforma solucione coyunturalmente el problema del déficit y a la vez diseñe estructuralmente un modelo de gobierno orientado al desarrollo del pueblo, los reformadores deben explicitar de forma clara la distinción lógica entre fines y medios. Y mientras tanto al pueblo, por favor, dennos información clara. Los sacrificios serían menos dolorosos y los reclamos menores si supiéramos que no nos están dando gato por liebre.