Tras un examen somero de la prensa de una semana, concluimos en que cerca de la mitad de las declaraciones de los dirigentes políticos –reales o autoproclamados– que se preparan para la próxima justa electoral comienzan de una manera similar a estas: “Lo que este país requiere es…”. “Lo que debe hacerse en este país es…”.
Podemos imaginar a don Pepino Salmuera, exministro, exdiputado o reiterado aspirante a diversas posiciones electivas, sentado frente a la computadora, mordiéndose los labios hasta hacerlos sangrar a fuerza de exprimirse el cerebro y, tras varios minutos de recia reflexión, inclinándose sobre su propia mole –se esmera en evitar que su amplia barriga le cubra el teclado– para escribir: “Lo que…”. En otro sitio, oímos a don Hirsuto Moreno, quien es incapaz de redactar una oración gramaticalmente correcta, ordenarle desde una tumbona de cuero a su amanuense de turno: “Mirá, Basilio, necesito que me escribás 600 palabras, que es lo más que me publican en el periódico, sobre los tres o cuatro problemas más fregados del país, ya vos sabés cuáles son; ponele bonito y no te olvidés de comenzar con mi bonito lo que este país necesita, porque ¡eso sí que tiene pegue!”.
Pero sucede que don Pepino y don Hirsuto se dan de narices con la mala suerte, porque en el periódico estuvieron tan atareados que no se dieron cuenta de que los dos geniales textos “se fueron” en la misma página, uno al lado del otro y, para peores, los títulos son muy parecidos y los nombres de los autores se invirtieron. El problema al que se enfrentan ambos ahora es que están como al principio, pues tienen que sentarse, a escribir el uno y a llamar a Basilio el otro, con el fin de armar las notas de aclaración y queja que le enviarán esta misma tarde al director del diario.
Solo los médicos podrían decir quién se aproxima más al infarto, pero al llegar el mediodía reciben una droga relajante mejor que cuanto les puede ofrecer la ciencia farmacéutica: en las secciones de comentarios, sus correspondientes tiralevitas se han prodigado en los elogios y alabanzas a los que están obligados y así, total, ¿para qué aclarar nada?: el resultado ha sido un exitazo para los dos pensadores. “Qué tirada”, se dicen al unísono Pepino e Hirsuto, cada cual en su caverna porque no se pueden ni ver, “estos babosos seguidores míos siguen sin reconocerme el estilo”.