Me dice un amigo: “¿Te has dado cuenta de que en este país siempre se concluye que las causas de la ineficiencia de los Gobiernos y su impopularidad son la falta de coordinación institucional y las fallas de comunicación ?”. Tiene razón: es certísimo. Cuando un Gobierno tiene problemas, los ministros, voceros, presidentes, asesores y demás gentes importantes como analistas, expertos y opositores siempre acuden a esos mantras. Más aún, si en una reunión Varguitas quiere pasar por inteligente, puede deslizar que la “falta de coordinación” es una debilidad importante de tal o cual política. Es que hasta lo felicitan por agudo.
Lo pongo así: si en Brasil contrataran a un experto tico para analizar las razones por las cuales no estuvieron preparados para el Mundial (estadios sin concluir, obras de infraestructura a medio palo, presupuestos inflados, gente chivísima en las calles: en fin, un despiporre), nuestro queridísimo conciudadano encontraría, ¡oh sorpresa!, que todo se debe a la falta de coordinación y las fallas de comunicación: “Si solo se coordinara y se comunicara lo que se hace, las cosas se arreglarían”. Santo remedio: coordinemos y tengamos una perspectiva integral.
Tremenda vagabundería intelectual. Cuando uno analiza la gestión de políticas públicas, es fácil encontrar fallas de coordinación o de comunicación aquí o allá. Sin embargo, rara vez ahí está la raíz del cacho. Casi siempre, esas fallas reflejan problemas más profundos, espinosos. ¿Por qué no se coordina? Examine los grupos de poder dentro y fuera de las instituciones, sus relacionamientos, el diseño de la institucionalidad, la presencia de intereses espúreos o la ausencia de mecanismos de evaluación y rendición de cuentas. En fin, hay mundos ocultos detrás de las “fallas” de coordinación. Lo mismo puede decirse de los problemas de comunicación. ¿No comunica bien el Gobierno? Vaya, vea si es un tema publicitario o la falta de una estrategia política o la consecuencia de un estilo de gestión.
Vuelvo a mi amigo y su preocupación por los mantras mentirosos cuando pienso en por qué el sistema de pago de los maestros fue durante tanto tiempo, décadas enteras, un verdadero desastre. ¿Fallas de coordinación en el MEP? ¡Minga! Quedarnos en eso es prohijar la impunidad. Tenemos, como sociedad, la responsabilidad de hacer la autopsia de esta situación para que nunca más se repita y los responsables asuman su cuota. Las preguntas son otras: ¿quién diseñó el sistema de pago?, ¿qué papel tenían los distintos niveles de dirección (escuelas, regionales, etc.)?, ¿quiénes usufructuaron?, ¿quienes recomendaban sobrepagos? Hagamos esa autopsia. Eso sí, coordinémosla bien.