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Todo Gobierno hereda un berenjenal al que le sigue. Siempre es así. Gobernar es como bailar sobre un campo minado: bombas enterradas por todas partes, peligro inminente todos los días, sin perspectivas de alivio. Una cosa son los buenos deseos y otra es la realidad real, complicada y dura, que descarrila cualquier intento de “plan maestro” ordenado para una administración de gobierno.








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