Lo bueno de la política es que todos tenemos opinión. Es nuestro derecho tenerla y vocearla a los cuatro vientos, con cuidado de no traspasar límites legales. Café en mano, disparamos sin más: “Dicen que...”; “Me contó un primo...”; “Fulanito es un tal por cual”. Y no queda títere con cabeza: cuentos de candidatos, amores y odios. Es el moledero del rumor y los ciudadanos empujamos todos los días esos molinos, sin pretensión de hacer ciencia. Es parte de las reglas de la democracia. Los dichos pueden ser más o menos refinados, pero a quien no le guste, que compre perro. Varguitas pertenece al club de estos opinadores.
Veo, sin embargo, problemas con un tipo particular de opiniones: aquellas que se emiten fundadas, supuestamente, en la autoridad del conocimiento experto. En estas elecciones, ciertos expertos cara-de-serios elaboraron públicamente “teorías científicas” sobre lo que estaba pasando. Estas teorías, sin embargo, brillan por su ausencia en la literatura especializada o no tienen más fundamento que haber sido dichas por alguien que cursó una carrera universitaria que, se supone, lo preparó para científico de coyuntura.
Pongo ejemplos. Teoría #1: el sorpresivo resultado electoral obedece a un “voto oculto”. ¿Qué estudios hay para decir que los ticos, en este ambiente de libertad, necesitan o quieren esconder sus preferencias? Una versión de esta teoría es que “las encuestas aquí no funcionan por nuestra cultura política”. ¿Es que somos de Marte? ¿Qué es lo excepcional de aquí para que no sirvan? El tema es otro: hay encuestas buenas y otras mal hechas y debemos ser más críticos con el diseño muestral, el cuestionario y el método de análisis. Sin embargo, desde diciembre hubo estudios que pintaron lo básico (deterioro del PLN, lejanía de la segunda ronda y situaciones de empate). No todo es la carrera de caballos. Otros pifiaron.
Teoría #2: la abstención no bajó porque los que iban a votar a Villalta se asustaron. O porque es gente antisistema ¿Cómo lo saben? No hay un estudio post-electoral sobre quienes votaron, o no, en el 2014. En su ausencia, lo que hoy se diga sobre las causas del abstencionismo es bateo. En elecciones previas, estudios hechos por la UCR señalaron que los abstencionistas tienen perfiles diversos y que hay una gran rotación de elección en elección. No sabemos si esta vez pasó lo mismo.
Lo que más me impresionó es la afirmación de que el sorpresivo triunfo del PAC “se venía venir”. Que, desde el inicio, el PAC lo tenía fríamente calculado. Sí, cómo no: al día siguiente, todos sabíamos lo que iba a pasar. Así como disfruté escuchar el comentario ponderado, sin pretensiones, de algunos, la audacia de otros es para llorar. “No sé” es a veces la mejor respuesta.