Enfoque

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Ese día, Varguitas, el columnista, se vio guapo. El espejo le devolvió una sonrisa ganadora y, por primera vez en su vida, se permitió ser atrevido. “¿Por qué no?”. Alguien había plantado la idea que ahora germinaba en él. Era cierto: había nacido aquí, coleccionaba títulos universitarios y sus maestras decían que había sido un buen niño. Por ahí no lo iban a agarrar. Además, ¡coño!, tenía derecho: derecho a ser presidente.








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