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‘Díes írae’

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Mediados de enero. Aprovechando un período de tranquilidad, iniciado a principios de diciembre, retomé y creo haber concluido un viejo –y con seguridad irrelevante– proyecto literario: un relato de miedo que les contaba a los niños en la época en que mis hijas eran escolares. Lo narré algunas veces en fiestas de cumpleaños de sus amiguitos, pero los niños que lo escucharon, ahora adultos, no lo recuerdan. Sin embargo, los veo, como si fuera hoy, mordiéndose los nudillos mientras me escuchaban asustados, con los ojos extremadamente abiertos y sus caritas contraídas por ese gozo que proporciona el miedo autoinfligido. El cuento les gustaba y, en una medida que nunca los hizo llorar, mi misión de provocarles susto se cumplía.








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