Como que todo se hizo a la carrera. Por eso, las contradicciones; por eso, las metidas de pata y, por eso, el desgaste que sufre la imagen del presidente.
Pero lo más lamentable es que esa erosión en la figura de Luis Guillermo Solís al levantar el veto a la reforma del Código Procesal Laboral podía evitarse. Es ahí donde uno se pregunta qué clase de asesores rodean al mandatario que lo exponen al punto del absurdo.
Primero : Lo impulsan a levantar un veto sin existir apuro real, porque una moción del mismo PAC le extendió la vida legislativa a ese plan.
Segundo : Le redactan un discurso que pasará a la historia, pues anuncia que, vía decreto, ordenará “la prohibición absoluta de huelga en servicios esenciales”, cuando es requete sabido que la ley está por encima de un decreto.
Tercero : Por hacer todo a la carrera, quedó expuesta la inconveniente intimidad del ministro Melvin Jiménez y el director de la policía de inteligencia, Mariano Figueres, con el secretario de la ANEP, Albino Vargas. Los jerarcas le enviaron mensajes de texto para avisarle que era momento de iniciar una conferencia de prensa de aplausos al Gobierno, sin contar que una cámara de Noticias Repretel grababa al emocionado sindicalista leyendo los SMS.
Cuarto : Revivieron, innecesariamente, el miedo a una alianza del Gobierno con la izquierda extrema del Frente Amplio y ciertos sindicatos.
Quinto : Ponen en riesgo la gobernabilidad al desacreditar cualquier negociación política, pues en este caso se rompió un acuerdo de mayo con el PUSC, de no tocar, por un año, el tema del veto. El Gobierno engañó y se arriesga a perder ocho votos en el Congreso.
Sexto : Exponen al presidente a que todo se le venga abajo, si esta reforma fuera impugnada en la Sala IV por inconstitucional. Esto, porque las huelgas en servicios esenciales están prohibidas, y así lo ratificó la Sala en el caso del paro de anestesiólogos en 2011.
La reforma era necesaria (no urgente), pero traía de nacimiento el pecado de permitir huelgas en servicios de los cuales depende la vida del ciudadano, y, por eso, lo mejor era enmendarla antes que darle vida con esa gran mancha.
Luego de este capítulo queda en evidencia que los que rodean al presidente lo dejaron quemarse sin necesidad.