La Caja Costarricense de Seguro Social decidió revisar la distribución de los Ebáis de conformidad con los números del último censo. La medida, como es de esperar, suscita inquietud entre las juntas de salud de las comunidades afectadas. El sentimiento de pérdida es fácil de explicar, pero no es menos evidente la racionalidad de la decisión. Hay un número idóneo de Ebáis por Área de Salud y la única forma de determinarlo es en relación con la población.
Según la Caja, debe haber un Ebáis por cada 4.000 habitantes. Según el censo, en regiones como Curridabat y Montes de Oca hubo una disminución de la población (11% y 12%, respectivamente) y ya no se justifica el funcionamiento del mismo número de unidades de atención básica. Si los estudios conducentes a la reorganización son precisos, el ajuste es una iniciativa de sana administración, no siempre practicada por el Estado.
La inversión de recursos donde no son necesarios, a expensas de la insatisfacción de requerimientos urgentes en otras áreas, es pan de cada día en el Gobierno central y muchas instituciones autónomas. Con frecuencia, los comportamientos irracionales responden a intereses políticos o el deseo de evitar conflictos. En otras, no cabe más que sospechar razones de índole más censurable.
El Ministerio de Obras Públicas y Transportes acaba de adoptar una decisión igualmente racional: dejará de utilizar la pintura tradicionalmente empleada para la demarcación vial y adoptará otra, más duradera. La pintura utilizada hasta ahora desaparecía a los seis u ocho meses de aplicada. La nueva resistirá hasta cinco años, pero es tres veces más cara.
En otras palabras, las autoridades solo podrán demarcar una tercera parte de la extensión con el mismo presupuesto, pero la pintura permanecerá en las vías hasta el 2019. El año entrante, demarcarán un tramo igual y al tercer año tendrán pintada la extensión que hoy podrían señalizar con el presupuesto existente. La diferencia está en que nada habría pintado dentro de seis u ocho meses.
La racionalidad de la decisión es también obvia. Demarcar tres veces más kilómetros para no tener nada demarcado dentro de seis meses es un absurdo. Es inevitable preguntarse por qué hasta ahora.
Irracionales fueron los esfuerzos desplegados para poner “parches” al puente sobre el río Virilla, conocido como el de la “Platina”. Los arreglos, ninguno de los cuales sirvió, costaron $1,5 millones de dólares más que la definitiva reconstrucción, que era inevitable. El problema fiscal del país no se arregla con recortes de gastos, pero el gasto racional haría mucho por aliviarlo.