La agricultura es una actividad muy noble, pero a la vez dura y complicada. Está a expensas de lo que suceda con el tiempo, por lo que no se controlan todos los factores. Si bien pueden mitigarse algunos riesgos con el uso de tecnología, nunca desaparecen. En un viaje reciente a una zona productora agrícola de España, pude observar tres casos de experiencias agrícolas que me dejaron importantes lecciones.
En una zona, observé cómo la producción de almendras, pistachos y aceitunas se había multiplicado por al menos cinco veces en fincas beneficiadas con la construcción de nuevos canales de riego. Estos agricultores no solo vieron sus ganancias aumentadas, sino también el riesgo disminuido al tener un mejor control de la cantidad de agua que sus plantíos reciben.
Otros agricultores, menos afortunados porque sus fincas no se encuentran en la zona de los nuevos canales de riego, se dieron cuenta de que la calidad de sus cosechas es mayor que las que tienen riego. La falta de agua en las plantas de olivo, por ejemplo, hace que el aceite extraído sea mucho más gustoso. Al encontrar clientes en mercados desarrollados, dispuestos a pagar un premio por ese tipo de aceite, los agricultores mejoran la rentabilidad de sus cosechas.
La dicotomía que existe entre cantidad y calidad es muy conocida por los productores de uva para vino. Algunos prefieren buscar que las plantas produzcan la mayor cantidad de kilos posible para así vender más. Otros utilizan la técnica de cortar frutos durante la producción para con ello buscar que la planta concentre todos sus nutrientes y fuerzas en menos racimos. La calidad obtenida en el fruto final, y por ende en el vino, es muy superior. Sacrifican cantidad por calidad para obtener mayor rentabilidad.
De esos ejemplos encuentro lecciones interesantes, tanto para la agricultura de Costa Rica como para otras áreas de producción. Para un país pequeño como el nuestro, donde es difícil competir por volumen a escala mundial, una alternativa es la especialización en calidad. Para ello hay que buscar los clientes dispuestos a pagar un premio por comprar nuestros bienes y servicios, porque en ellos encuentran mayor calidad. Esa tarea les corresponde a los productores.
En el caso de querer (o tener) que competir por volumen, la inversión en infraestructura pública es esencial para mejorar la productividad. Eso incluye la inversión en canales de riego, por ejemplo, pero también en carreteras y en líneas de telecomunicación. Esa tarea le corresponde al gobierno.