Daniel Campos Figueroa, de 28 años de edad, tuvo la suerte de no resultar con el rostro desfigurado. La patada que le lanzó el policía impactó en su cara. El golpe fue tan fuerte que en ese movimiento el oficial perdió el equilibrio y cayó sentado, en la calle.De inmediato, Campos Figueroa fue introducido en un vehículo. Sangrando y sin fuerzas para defenderse, otro policía lo agarró a puñetazos dentro del auto.
Esas escenas quedaron registradas por la televisión y las fotografías de periódicos en la noche del 7 de agosto, frente a la Casa Presidencial, donde un grupo de oficiales del Centro de Información Policial (CIP) reprimió a supuestos manifestantes que apoyaban a los educadores en huelga.
Las imágenes permitieron identificar claramente a los agresores, vestidos de civil. Mauricio Amador Quesada, con pantalón de mezclilla y tenis para jugar baloncesto, fue el que pateó a Campos Figueroa. Jaime Alvarado Argüello fue el que lo apaleó dentro del auto. El oficial Juan Carlos Cantillo López fue quien amenazó con un arma y José Manuel Fernández Fernández el que golpeó con el puño cerrado a un vendedor.
El ministro de Seguridad Pública, Juan Diego Castro, anunció el domingo pasado la destitución de los cuatro. Aún falta por resolver el caso de otros cuatro policías, entre ellos el director del CIP, Rigoberto Méndez, y el del subdirector, Sergio Paniagua.
Lo sucedido con el CIP evidencia el matonismo con que se están formando muchos de sus agentes, los cuales bien pueden aprovechar su vestimenta civil para abusar de cualquiera en la calle, pues lo que menos aparentan es ser policías.
Si a ello se suma que pueden efectuar los operativos que les vengan en gana, el riesgo de represión contra la ciudadanía es mayor. El mismo Ministro dijo que "no hubo orden superior" para que actuaran frente a la Presidencia y que todo fue por "cuenta propia".
Este descontrol es peligrosísimo. ¿En manos de quién estamos?