Infeliz coincidencia que el propio día --1 de enero-- en que este diario publicó un revelador reportaje sobre una encuesta realizada recientemente entre turistas, ocurriera el secuestro de una joven visitante alemana y su guía en el país, una dama suiza con 25 años de residir en Costa Rica.
Infeliz por cuanto en términos generales, la consulta --hecha del 20 al 26 de noviembre del año recién concluido-- arrojó resultados muy positivos para nuestro territorio como destino turístico, aunque no escatimó en señalar las deficiencias que van en detrimento de esta importante actividad económica.
Ahora, la noticia del plagio dándole la vuelta al mundo por los servicios informativos tendrá efectos irreversibles y opacará en alguna medida la preferencia y satisfacción que demostró la mayoría de los 761 mil turistas que arribaron al país en 1995.
Ojalá que la retención de ambas mujeres concluya cuanto antes y sin ningún daño físico para ellas, pero el hecho exige una revisión inmediata de los sistemas de seguridad pública relacionados con los extranjeros de paseo en Costa Rica, del papel que pueden cumplir la empresa privada y las cámaras de turismo locales, de la organización comunal para defender las fuentes de trabajo y de progreso, que se perderán de seguro si no se pone coto a tiempo a estos hechos delictivos.
El turista seguramente disimulará con una sonrisa benévola la "agresión" que recibe de llegada no más ante el desorden del aeropuerto Juan Santamaría o el zarpazo a su bolsillo de parte de un comerciante o taxista inescrupuloso, que los hay a montones. Y hasta disculpará con un "pura vida", al marcharse, algún otro contratiempo que en modo alguno le estropeó la visita.
Pero de igual forma tiene todo el derecho de que se respete su integridad física y se pueda desplazar libremente, con tranquilidad y sin amenazas.