El nombre de Karla Chavarría Padilla apareció en la prensa nacional hace aproximadamente tres meses, ligado a una noticia con aristas de interés humano: con solo 14 años de edad se había convertido en madre y había dado a luz trillizas.
Hoy, Karla, una adolescente vecina de Acosta, lucha contra la pobreza y las complicaciones de salud de sus tres hijas, que nacieron prematuramente en la Maternidad Carit.
Ella y las bebés comparten con los otros nueve miembros de la familia -padres y hermanos- una cocina, una sala-comedor, una letrina y una habitación. Karla y las trillizas duermen en la misma cama.
Madre e hijas fueron abandonadas por el progenitor apenas se dio cuenta de que Karla estaba embarazada. No tiene ingresos económicos para mantener por sí sola a las niñas, lo que la obliga a residir con sus padres.
El panorama actual de esta nueva familia podría asemejarse al de otras muchas mujeres adolescentes, cuyos embarazos representan el 18 por ciento del total de nacimientos que ocurre en un año en el país. El 72 por ciento de los niños de esas madres nacen fuera del matrimonio.
Hay muchas otras estadísticas sobre este problema, que los expertos atribuyen, en parte, a la carencia de una adecuada educación sexual, al poco acceso que tienen las mujeres a los métodos de planificación, a problemas familiares y a dificultades económicas.
Pero lo que merece destacarse, porque es la base de todo proceso de aprendizaje e independencia, es la carencia de información sexual que caracteriza a esta sociedad, cada vez más compleja y con vicios de ciudades grandes.
Una vez más hay que reiterar que es el Estado la entidad obligada a incorporar en sus programas de estudio la educación formal sobre el sexo, su práctica, y las responsabilidades que ello conlleva. Pero no lo hace. Viola así uno de los derechos básicos del individuo, mientras, en Costa Rica continúan dándose casos como el de Karla, una menor que parió a tres niñas.
¿Y la ayuda acaso el Estado en la manutención de ella y sus hijas?