Las autoridades de Tránsito han llegado al colmo de la inoperancia pues carecen del rigor necesario para frenar las barbaridades de los choferes de furgones en las carreteras.
Tal parece que los inspectores se doblegan ante las moles de acero y sus conductores ya que el mismo director del Consejo de Seguridad Vial, Francisco Jiménez, se atrevió a decir que los policías no están revisando si portan los triángulos de seguridad a que obliga la ley.
Un reportaje de la periodista Emilia Mora Rodríguez, publicado ayer por La Nación, descubre la falta de controles con que circulan esos pesados vehículos por las carreteras y la falta de severidad de los tráficos con ese gremio.
Todo parece indicar que en la Dirección General de Tránsito no hay una autoridad que obligue a sus subalternos a cumplir a cabalidad con su función de vigilancia. Por eso, es de esperar que la purga de oficiales en esa institución, donde hubo 77 despidos anteayer, redunde -en un futuro cercano- en la contratación de oficiales que sí apliquen sanciones.
La rigurosidad también debe llevarse a las empresas propietarias de los remolques por cuanto mantienen en sus flotillas furgones que presentan tanta avería en las carreteras, donde es frecuente verlos aparcados en media vía por daños en los motores y sin luces de alerta ni triángulos. Y si los motores fallan con tanta frecuencia, ¿cómo andarán los frenos?
La muerte de tantos automovilistas inocentes que han chocado contra sus defensas de hierro o que han sido aplastados por la caída de su carga, justifica que estas empresas se sometan a un control más regular. La revisión debe darse, tanto en su equipo mecánico como en su personal porque las largas jornadas de trabajo los hace cometer actos irracionales contra el prójimo.
Ante todo esto, podemos ayudar en algo: no les advirtamos con un cambio de luces sobre la presencia de policías de tránsito en su camino.