Convertirse en un candidato de oposición desde el partido de gobierno para enfrentarse a quien identifica como un candidato de gobierno disfrazado de oposición.
Así puede resumirse, por ahora, la gran "jugada" que desarrolla ese político nato que se presenta como antipolítico y ese liberacionista de décadas que desafía a su partido: José Miguel Corrales.
Montado en una ola de nueva legitimidad ganada por recientes encuestas, don José Miguel está reforzando una estrategia que descansa en un equilibrio de paradojas:
Primero, oponerse al gobierno, pero a partir de un liberacionismo idealizado, que opone al "neoliberalismo" de Miguel Angel Rodríguez y el PUSC, presuntamente aliados de José María Figueres y corresponsables de sus problemas.
Segundo, oponerse a las estructuras políticas tradicionales, pero controlando las de su propio partido, sin las cuales difícilmente llegaría a manejar la organización necesaria para la acción electoral.
Con la primera estrategia, don José Miguel pretende captar las adhesiones de los liberacionistas insatisfechos con Figueres, de los que nunca votarían por el PUSC y de los que idealizan el pasado. Con la segunda tiende una mano a todos los ciudadanos descontentos con la política y a los socialcristianos descontentos con su propio partido. Con ambas intenta jugar en una curiosa balanza: si el gobierno se recupera, enfatizar en su condición liberacionista; si mantiene su deterioro, insistir en la independencia y la identidad PUSC-pacto-Figueres.
¿Resistirá esta estrategia la campaña interna del PLN? Esta es la gran pregunta a corto plazo. Pero si el resultado es positivo, la verdadera incógnita que don José Miguel deberá entonces despejar es cómo traducir en un plan de gobierno su estrategia de paradojas.