Se inicia la cuenta regresiva hacia uno de los acontecimientos más relevantes de este año. El 23 de junio tendrá lugar el referéndum que consultará a los británicos si permanecen en la Unión Europea (UE) o no.
Conocido por la combinación de dos vocablos en inglés como brexit ( british exit ), esta decisión mantiene a los mercados y líderes en el mundo a la expectativa y con gran nerviosismo ante las implicaciones que un voto afirmativo podría conllevar.
Cuarenta y un años después del referéndum en el que los británicos dieron un contundente sí (67%) a la adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea, en el momento de escribir esta columna las encuestas mostraban una leve inclinación al no, pero con un porcentaje aún relevante de indecisos el resultado podría variar.
Este es un capítulo más en una compleja relación entre británicos y europeístas. En el pasado se negaron a ser uno de los países constitutivos de la Comunidad de Acero y Carbón, para luego pedir el ingreso y ser vetados en dos oportunidades por los franceses en los 60. Con la partida del general De Gaulle, fueron admitidos en 1973, pero su integración no es plena, ni ayuna de voces opositoras, como lo muestra la decisión de mantenerse fuera de la unidad monetaria.
Sea por su condición insular, su pasado imperial o por su histórica relación con los Estados Unidos, un importante grupo de euroescépticos sienten que ser parte de la UE representa un alto costo económico, una carga de regulaciones comunitarias, la pérdida de soberanía y una amenaza a la seguridad, entre otros, por la libertad de tránsito intracomunitaria.
Liderados por el primer ministro Cameron están los eurófilos, quienes sostienen y abogan por la fortaleza que les brinda el ser parte de la unión, no sin antes advertir las posibles costos, muchos de ellos desconocidos por no existir precedente ni haber una posición de los miembros comunitarios al respecto.
En una encuesta realizada por el Financial Times a 100 economistas, una contundente mayoría ve como muy negativa la decisión de salir. Entre los empresarios, la posibilidad de perder el acceso a 500 millones de consumidores y a uno de los mercados más importantes resuena en la preocupación y volatilidad percibida en los mercados.
Otras incógnitas importantes, si se opta por una salida de la UE o el resultado por el no resulta estrecho, serán el futuro de Cameron y la reacción de Escocia, revuelta por sus propios aires secesionistas.