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Biopolítica

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A juzgar por la abundancia de peces que se ve en los océanos, ahí ningún animal debería pasar hambre. El pez grande se come al chico, dicen, y a creer que hasta el comido muere saciado. Pero podría no ser siempre así. Puede que, en medio de ese hervidero de carne fresca y centelleante, el hambre apriete con mucha frecuencia y tal vez eso no se note porque, al carecer de talle, los peces no tienen cinturón que ajustarse. Un naturalista español se preguntaba, con fines pedagógicos, qué ocurriría si en un paraje marino se encontraran de pronto L, M y N, tres peces de distintas especies, en condiciones tales que L se puede comer a M y este se puede comer a N. El resultado es obvio: después de dos bocados sucesivos, L queda solo, gordo y satisfecho. Pero ¿qué pasaría si se pudieran comer indistintamente entre ellos? No pasaría nada, sugiere el maestro peninsular, los tres glotones conservarían la calma y, sin dejar de vigilarse mutuamente, se desplazarían lentamente hasta un lugar donde abundasen las sardinas, comerían hasta reventar y mantendrían así una pacífica convivencia entre ellos.








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