¿Qué está pasando? Hace unas semanas, una turba que veía un partido de fútbol agarró a un par de policías y los hizo papilla. Ayer, un taxista mal parqueado agredió a una mujer policía porque le llamó la atención y al patán ese no le cuadró. Choferes atropellan a policías de tránsito sin más razón que sus ganas de hacerlo. Y ni hablar cuando los reciben a punta de pedradas al entrar a ciertos barrios.
Pareciera que el respeto ciudadano por la Policía, un signo institucional de la autoridad pública, se deteriora. Cualquiera le entra a patadas, con desparpajo, a un “tombo”. Luego, imagino, dirá que se le metió el diablo.
Una olisqueada de este deterioro la tuve hace años. Temprano en la mañana, me agarraron con las manos en la masa al cometer una infracción de tránsito. Nada que argumentar. En el diálogo posterior, el policía me dijo: “Usted es la primera persona que no me grita hoy”. No soy un angelito, ¡qué va!, pero recuerdo que pensé: “¡Qué bostezo de brete!”.
Creo que esto es un tema urgente de investigación social. ¿Indica descomposición de nuestras relaciones de convivencia política? La cuestión es tan relevante como el seguimiento a los eventos de criminalización de la protesta social, el otro lado de la moneda, cuando la Policía garrotea a manifestantes sin mediar agresión o cuando hay leyes restrictivas que achican el derecho a la libre expresión.
Esto último ha recibido atención por parte de las ciencias sociales, pero lo primero no. Debiéramos estudiar a esos agresores para entenderlos bien: ¿Son impulsos personales o subyacen antivalores ampliamente compartidos entre la población? ¿Qué nos dice esto de la imagen de la Policía en la sociedad?
No quiero una Policía como la de Estados Unidos, arrogante, cuyos oficiales pueden balear a personas, usualmente de piel chocolate y negra, y luego salir absueltos en los juicios, impunes gracias a reglas legales muy escoradas a favor de la institución.
Mucho menos quiero una Policía política como la de Venezuela y otros países, sicarios con placa al servicio de la represión de su pueblo.
Mi aspiración es más cercana a la Policía española de la democracia, o la inglesa. No soy experto, pero creo comunicar el punto de que necesitamos autoridades cercanas a las comunidades y que gocen el respeto de ella.
Lo que sí sé es que hay que parar en seco esta cadena de agresiones a la Policía, tanto por medios preventivos como represivos.