Los líderes de los bancos centrales más influyentes del mundo, Janet Yellen, de la Fed, y Mario Draghi, del Banco Central Europeo, se encontraron, a solas, en Jackson Hole, célebre resort en Wyoming donde cada verano acuden los más influyentes especímenes bancarios a dorar sus mentes (y cuerpos) al candente sol de la masonería monetaria.
¿Qué pasó? Hubo un callado acuerdo entre los dos de no revelar cuándo empezarían a recortar la abundante liquidez de los mercados financieros y reanudar, o iniciar, la normalización de las tasas de interés. Su tiempo y exposición lo usaron para cuestionar las políticas de desregulación y comercio internacional del presidente Trump. Uno salió campante: Salud, Mario; la otra podría perder su puesto: Adiós, Janet.
Trump, en campaña, criticó a la Fed por sus políticas pro grandes bancos, ajenos al ciudadano común (Wall Street en vez de Main Street ) y su inmenso poder de distribuir cargas y rentas sin representación popular. También cuestionó la regulación bancaria (Dodd-Frank) que, a su juicio, limita la capacidad de prestar a pequeñas empresas y personas. Pero, una vez al mando, dijo estar dispuesto a considerar la permanencia de Janet Yellen, pues también prefiere bajas tasas de interés. En Wyoming, empero, algo cambió.
Yellen defendió la ley Dodd-Frank y afirmó que, a pesar de la crítica, no había retardado el crecimiento (aunque reconoció —no tuvo más remedio— que ciertas trabas debían suavizarse) y tampoco mostró ninguna flexibilidad por los problemas de la globalización. Fue un desafío directo al presidente. Sus días parecen contados. Su mandato vence en febrero. ¿Quién la sustituirá? ¿Cambiará el enfoque monetario “permisivo” de la Fed (paloma) por otro más riguroso (halcón)? En juego están las entradas de capital y el financiamiento de la balanza de pagos.
Draghi tampoco aclaró la política del BCE. El mercado esperaba una señal de cuándo empezaría a revertir la política monetaria expansiva, dejar de comprar títulos y subir tasas de interés, pero no. Tampoco admitió que el mayor crecimiento europeo fortalece el euro frente al dólar, ayuda a las exportaciones de EE. UU. y ha expandido sus bolsas de valores. Y, sin embargo, corrió mejor suerte. Es el protégé de Ángela Merkel y monsieur Macron, celados adversarios del presidente Trump.
¿Tendremos, como dice Ricardo Montaner, una paloma y un halcón en pleno vuelo de estación? Se presagian divergencias y nuevas fuentes de confrontación.