La pasada elección nacional resultó un retroceso en términos de la integración y representación de las mujeres en el próximo Congreso. En estos comicios, y paradójicamente en el marco de la primera elección nacional bajo el sistema de la paridad de género, tan solo 18 mujeres resultaron electas, lo cual representa un 31% del total.
Se trata de una importante disminución en relación con los porcentajes de integración de mujeres en la Asamblea Legislativa en las últimas tres elecciones, pues en el 2002 ascendió a un 35,1%, en tanto que en las dos siguientes elecciones, 2006 y 2010, se logró el mayor número de mujeres electas, 22, lo cual constituye un 38,6% del total.
Este resultado es paradójico luego del esfuerzo realizado por una gran cantidad de actores y jornadas de reflexión, que buscaban lograr avanzar como país de un sistema de cuotas de participación mínima del 40% a un sistema de paridad.
Como resultado de este trabajo, se aprobó el nuevo Código Electoral (Ley #8765), el cual incorpora en su artículo segundo el principio de paridad para que todas las nóminas de elección popular, en este caso las papeletas de las candidaturas a diputados y diputadas, deban estar integradas por un 50% de mujeres y un 50% de hombres.
Siendo así, ¿qué pasó? ¿Por qué no se logró el 50% al que, como sociedad, aspirábamos en esta elección? Tal parece que el mecanismo de la alternancia, establecido en ese mismo artículo y que establece que todas las nóminas de elección deberán alternar por sexo (mujer-hombre u hombre-mujer), presenta una serie de limitaciones que, a la postre, produjeron que, esta vez, solo se alcanzara el 31%.
Incidió en este resultado el que una mayoría de partidos encabezaron las papeletas de las provincias con hombres y que varios de ellos eligieran tan solo un diputado. Resulta revelador que una mayoría de mujeres resultaran electas mediante dos partidos (PLN: ocho, y PAC: seis), lo cual representa un 77% del total de mujeres que llegarán a Cuesta de Moras.
Sin duda, esto es un llamado a la reflexión para próximas elecciones. ¿Será necesario complementar el mecanismo de la alternancia con otros, o bien establecer algún tipo de instrumento para que, en la integración de los primeros lugares por provincias, sea más paritario el encabezamiento de las papeletas?
Llama también a la reflexión el hecho que, de los cinco partidos con mayor respaldo electoral, solo uno de ellos (el FA) llevó como candidata a la primera vicepresidencia a una mujer. Los demás pusieron en sus fórmulas a mujeres extraordinarias, pero designadas para la segunda vicepresidencia. Un hecho que habla por sí solo.