Ni Cristiano Ronaldo y Messi como delanteros en un mismo equipo, jugando contra la selección de Patarrá (sea dicho con todo respeto), anotarían tantos goles en 90 minutos, como los soportados por los contribuyentes costarricenses, a punta de pluses, en el gran estadio del régimen de empleo público. Los pluses, como dicen, son los grandes disparadores de los salarios.
Los pluses representan, según el diccionario, la remuneración suplementaria u ocasional que recibe un empleado, además del salario base. Dichos pluses consisten en anualidades fijas, carrera profesional, dedicación exclusiva, incentivo didáctico y otros beneficios, según la categoría del empleado. Así, en buen romance, el salario total representa, en verdad, la suma del salario base más esta lista de beneficios. El tonel de las Danaides'
El cuadro presentado por La Nación, el lunes pasado, a partir de datos oficiales, habla con elocuencia. Este cuadro supone 14 anualidades, que es el promedio de años de servicio en el sector público. Al total de estas anualidades se le agregan los otros pluses. Así, según análisis del Ministerio de Trabajo, gracias a los pluses, el sueldo base aumenta entre un 36% y un 148%. En cuanto a los ¢15.000 de aumento, acordado en este semestre, este monto se fija a la base y, por lo tanto, dispara los pluses, que se ajustan cada vez que sube la base salarial.
El análisis y publicidad de estos datos no representa, como dijo un dirigente sindical, una “guerra santa” contra los pluses, sino la revelación de un dato objetivo y de una cascada de privilegios en el sector público que no soportan el Fisco ni los contribuyentes. “Ningún país” soporta este asalto (no digo “ningún Gobierno”, por cuanto han sido los Gobiernos los responsables de esta embestida, que la Contraloría no ha cesado de denunciar). Más importante que el plan fiscal es, por ello, la decisión de poner fin a estas y otras descomunales granjerías, procreadas en el tálamo de la irresponsabilidad por el amancebamiento de Gobiernos y de gremios.
Haría mal en dejar de lado, en el orden del humor, a los “sobresueldos por riesgo político”, denunciados ayer por el editorial de La Nación. Cuando en las más altas esferas del Estado, alguien arguye que la guerra de Irak o el trabajo hasta la madrugada pudo ser un riesgo político, digno de un sobresueldo, hemos tocado fondo, amigos y amigas entrañables. Y el peor de los fondos: el del sentido común, cuya carencia o debilitamiento representa, junto con el deporte de la difamación y los prejuicios, el más ominoso “riesgo político” que sufrimos los costarricenses en el país de las 22.000 mociones y de las 7.000 votaciones en el plan fiscal'