La prensa informó ayer de que la presidenta de la República nombró ministro de la Presidencia al exdiputado y expresidente del ICT Carlos Ricardo Benavides, para “intentar salvar la negociación política entre el Gobierno y la Asamblea Legislativa”. Una empresa homérica.
Se hace hincapié en esta noticia en el nuevo ministro, pero se margina a los personajes que están en la otra acera: los diputados, por lo que cabe preguntarse: ¿Quiénes son nuestros diputados?, pregunta incontestable sin esta otra: ¿Es posible legislar y ejercer un control político responsable en el marco de la estructura actual de la Asamblea Legislativa? Como esta segunda pregunta es negativa, no queda más que retornar a la primera para concluir que, en vista de la falta de un reglamento legislativo digno de una democracia moderna expedita, el funcionamiento del parlamento, en nuestro país, depende no ya de un sistema institucional objetivo (inexistente), sino de la buena voluntad, calidad moral e intelectual, y sentido del interés público de los diputados' Y aquí es donde la mula botó a Jenaro.
Esto quiere decir que en nuestra Asamblea Legislativa no hay camino, por lo que, como en el verso musicalizado, se hace camino al andar, que, como se sabe, es el camino más despejado para perderse, con el agravante de que, en la travesía política, van todos los diputados a empellón limpio, muchos de ellos sin autonomía ni personalidad, pues dependen, para su subsistencia política futura, de intereses externos al parlamento. ¿Entendemos ahora por qué la mayoría de los padres y madres de la patria no aceptan la reforma del reglamento interior de la Asamblea? Un reglamento ajustado al interés público y al bien común dejaría sin oficio ni beneficio a no pocos diputados.
El diputado Francisco Chacón (PLN) publicó, el lunes pasado, un artículo intitulado “La urgente reforma del Poder Legislativo”, la cual supone, según él dice, una reforma del sistema de elección de los diputados, pues el actual, basado en la cobertura de las listas en manada, ha permitido –agrego– la invasión sin control de cuerpos extraños y de fuerzas ajenas al bien común. El siguiente párrafo del autor hace temblar: “El Poder Legislativo, a diferencia de lo ocurrido en otras instituciones, no ha sufrido ninguna transformación sustancial en los últimos 50 años”.
Esta transformación sustancial es eminentemente moral. No se trata, entonces, de “salvar la negociación política entre la Asamblea Legislativa y el Gobierno”, sino de recuperar, previamente, la moral para salvar la política y el parlamento, lo que solo podrán alcanzar el respeto y la verguenza personal.