Hoy, entre lo deseable y lo posible, se reanudan las negociaciones sobre el FEES. No se trata de que la presidenta de la República resuelva todo “de una vez por todas”, como exigieron a la ligera tres colegios profesionales, sino de actuar conforme a la razón y la realidad.
No se trata de soplar y hacer botellas, esto es, de saltar de un tranco en el vacío sin medir la caída. El asunto es muy delicado. La brecha entre lo deseable y lo posible es inmensa. La realidad y la razón: he aquí la cuestión. Para que este binomio impere han de disolverse las falacias y las simplificaciones, y no argumentar sobre lo justo y necesario: invertir en educación es invertir en desarrollo. La reiteración retórica de estas verdades pétreas deja de lado lo esencial: su satisfacción de manera responsable (tiempo y consecuencias) y justa. Razón y realidad.
Es preciso, asimismo, abandonar el falso dilema ideológico de la educación pública como modelo de solidaridad social, y la privada como modelo de lucro o mercantilismo. Así se ha dicho. Si así fuese, la educación pública gratuita (preescolar, básica y diversificada), base del edificio educativo, aun universitario, debería ser la preferida. El dilema, además, público-privado es falso por medirse con el mismo rasero a los estudiantes de colegios privados y públicos, y por desdeñarse el principio de la solidaridad en cuanto a los profesionales graduados. Estos, título y profesión en mano, disfrutan, sin retorno solidario, de lo que los contribuyentes les dimos. Multipliquemos en monto y tiempo, y la suma sería descomunalmente solidaria. El tico, sabemos, exige y patalea, pero, a la hora de aportar de lo suyo', “mirala”'
Por otra parte, el llamado modelo “mercantilista y de lucro”, como lo llaman, es, en definitiva, el que financia al “modelo solidario”. Los contribuyentes, los que producen, trabajan y ganan, tan odiados por ciertos sectores ideologizados, son los que, en definitiva, financian las instituciones sociales y las universidades. Desde esta perspectiva, la oposición universitaria (negación de realismo y razón) al TLC fue un disparate histórico.
Uno, entonces, debe ser el modelo: conocimiento y trabajo (razón y realidad, lo público y lo privado) en aras del interés público. El secreto, en esta negociación, está en que las autoridades universitarias se emancipen del poder interno de ciertos grupúsculos y personajes, que tanto daño causan a las universidades públicas. ¿Por qué no un gran acuerdo en lo esencial, nacional y universitario (una gran inversión en conocimiento y trabajo conjunto) en procura de lo mejor y lo justo? Todo lo tenemos para ser prósperos, menos una visión y un empeño comunes.