Los mercados financieros han seguido a la baja esta semana. Más allá del problema de deuda de EE. UU., el temor de los inversionistas ahora se da por la posibilidad de una segunda etapa de la crisis. El rápido rebote de los indicadores bursátiles desde el 2009 no ha sido acompañado de una recuperación similar de la economía real. El desempleo sigue siendo alto; esto hace que la estabilidad económica de muchas familias siga comprometida.
La prevalencia de los problemas económicos hace que la gente esté molesta. A los indignados de España y las protestas violentas en Grecia, ahora se suman los disturbios de jóvenes en Londres y Chile. Aunque las justificaciones pueden ser diferentes para cada país, me parece que hay una causa común: la ineficacia de los Gobiernos para resolver los problemas económicos. Los Gobiernos saltaron a prometer una solución inmediata y casi mágica ante la crisis, pensando que con fuertes aumentos del gasto público podían generar empleo. Pero, con el pasar del tiempo el desempleo continúa, y ahora, más bien, los Gobiernos anuncian que tienen que recortar gastos para balancear sus finanzas públicas. La gente se siente engañada. Esperaban que su gobierno cumpliera lo prometido, pero no fue así, una vez más.
Y aquí es donde regreso a lo que escribí la semana pasada sobre las alternativas de política económica para enfrentar la crisis. Las ideas neokeynesianas de aumento del gasto público, recomendadas por Stiglitz y Krugman, entre otros, no son el camino para solucionar el problema. Como la crisis fue provocada por un exceso de gasto y de endeudamiento privado, no se puede pretender pasarle la pelota al Gobierno para que este sea el que se endeude. Sobre todo, si lo que este hace es gastar en lo mismo de siempre, sin aumentar los beneficios que los ciudadanos reciben de vuelta. La corrupción y la ineficiencia en el sector público se comen buena parte de los recursos disponibles. Eso lleva a la indignación, porque no se está generando riqueza, sino destruyéndola.
Esta crisis es de índole financiera, tal como apunta Rogoff. Esto significa que para recuperar el empleo, se requieren dos cosas: paciencia y confianza. Desesperarse con medidas de aumento del gasto público, lo único que hará es profundizar aún más la crisis de deuda, y hacer la caída futura más grave. La gente debe sentir que sus posibilidades de generar ingreso mejoran con el tiempo, en lugar de empeorar. Los empresarios deben sentir que pueden volver a invertir, para con ello producir y generar más empleo. Solo así los bancos se atreverán a soltar parte del dinero que ahora tienen en sus bóvedas, y que no se atreven a prestar por falta de confianza. Para esto, los Gobiernos deben hacer mejor uso del dinero que ya tienen disponible, de manera que la gente sienta que avanzamos, no que retrocedemos.