La elección del Directorio Legislativo el próximo primero de mayo tiene al ambiente político de este país patas para arriba. El bloque opositor dice tener ya 31 votos asegurados y firmados. El Gobierno dice tener 29 votos, lo que significaría que 3 diputados se habrían salido del canasto del bloque. Pareciera que el estira y encoge de las negociaciones seguirá candente hasta el final.
Para que el PLN logre ganar la presidencia de la Asamblea, tendrá que haber negociado con algún grupo de diputados opositores, además de los evangélicos, que parece ya tenerlos en el bolsillo. A esto se ve obligado por no haber obtenido la mayoría absoluta en las elecciones. Además, los frutos de la alianza con los Libertarios en este primer año parlamentario no han sido tan buenos como se esperaba. La poca producción de leyes consideradas importantes lleva a la frustración de todos los que esperamos que algún día se logre desenmarañar la Asamblea. Pero también es una señal clara de que con la elección del Directorio el primero de mayo, no se tiene ni una centésima parte de la tarea hecha. Lo que se haga, o se deje de hacer, en los restantes 364 días del año es mucho más importante.
De ahí que, si la oposición logra ganar la elección de este domingo, el reto al que se enfrentan es monumental. Deberán demostrarle al país que el esfuerzo de estas negociaciones no fue solo para ganarse el derecho a sentarse en una silla del Directorio. Para ello, deberán demostrar que la oposición puede trabajar en forma conjunta y positiva, y que la alianza no es solo por hacerle la oposición al Gobierno.
Que el Congreso esté en manos de la oposición no es algo nuevo, ni el fin del mundo. Sucede con frecuencia en Estados Unidos, y en nuestro país ya sucedió durante los gobiernos de Echandi y Trejos. La gran diferencia es que esta vez la oposición no es un bloque homogéneo. La amalgama ideológica de los partidos es tan variada como los colores de una carreta típica. Es un misterio como harán para ponerse de acuerdo todos estos partidos para aprobar proyectos de tanta trascendencia económica como el Plan Fiscal o la Ley de Energía.
El reto es enorme, ya que el costo político que puede acarrear un mal año para estos partidos es muy grande. Hasta ahora, el Ejecutivo le puede echar la culpa de los males del país a la oposición, porque no le aprueban los proyectos que quiere. Pero, si la oposición toma mando de la Asamblea, estaría aumentando su cuota de responsabilidad. Esto no significa tampoco que el Ejecutivo le va a poder a tirar todo el tamal a la Asamblea de ahora en adelante, olvidándose de gobernar. Lo que se puede hacer desde el Ejecutivo para mejorar la situación del país es mucho más de lo que los últimos gobernantes nos han querido hacer creer.