Crecen las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la recuperación de la economía mundial. La Reserva Federal de Estados Unidos (FED) en su revisión mensual, apuntó esta semana que "'las condiciones financieras dan un menor apoyo ahora al crecimiento económico, reflejando, principalmente, lo sucedido en Europa”. El mensaje, en general, fue un poco más cauteloso que los anteriores. La salida de la recesión ya no se ve tan clara y, aunque no habla de la posibilidad de una recaída, el temor de que esta suceda esta latente.
Los problemas económicos en los países del sur de Europa han reavivado el debate sobre las bondades de los estímulos fiscales. Cuando estábamos entrando en lo más fuerte de la crisis, hace un par de años, el grito de muchos era a favor de que los Gobiernos intervinieran fuertemente en la reactivación de la economía. Y los Gobiernos le hicieron caso a ese llamado. Se dedicaron a gastar más, bajaron impuestos e introdujeron incentivos a algunos sectores. Eso es lo que los economistas llaman política keynesiana al estilo más puro: cuando la demanda del sector privado cae, el gobierno gasta más para compensar.
Un punto que muchos políticos olvidan es que la teoría keynesiana nos dice que el estimulo fiscal debe ser temporal. Se aumenta el gasto cuando empieza la crisis para estimular la demanda privada (de la gente), pero una vez que esta se reactiva, el estimulo se tiene que eliminar. ¡He ahí el problema! ¿Quién le quita a los empleados públicos los aumentos de salarios que ya les dieron? ¿Quién despide a los que se contrataron de más? ¿Quién se atreve a quitarle los incentivos a los grupos de presión que obtuvieron esas dádivas? Además, los políticos le temen a la recaída de la economía, por lo que no se atreven a quitar los incentivos que introdujeron. Así, los estímulos que debieron ser temporales, lo más seguro que se volvieron permanentes.
El reto ahora es como manejar los déficits fiscales sin que estos se vuelvan una carga muy pesada para la economía, y sin que se interrumpa el proceso de reactivación que se viene dando. Aumentar impuestos es una medida impopular. Todos piensan que el que tiene que pagar impuestos es el otro, no uno mismo. Además, se trata de quitarle de vuelta el dinero que le habían dado a la gente en un principio para motivarla a gastar más. Eso iría en contra de la reactivación. Por otro lado, si el gobierno se endeuda, las generaciones futuras son las que pagan. Esta es la opción que más les gusta a los políticos, ya que el peso del ajuste recae sobre los que todavía no votan. Eso sí, esto lo pueden hacer mientras el nivel de deuda lo permita, y no se dé una crisis como la de Grecia.