Hoy se celebra en nuestro país un evento grandioso. A veces lo tomamos por descontado, pero tener ya 60 años de traspasos de poder, de manera ordenada y pacífica, luego de unas elecciones libres, no es algo muy común en el mundo. Estas transiciones han sido usualmente suaves. Puede cambiar el estilo de hacer política o el énfasis que cada gobernante le impregna a su administración, pero, en términos generales, el rumbo del país sigue un curso más o menos definido.
Don Óscar termina su mandato cacareando sus logros. Un gran acierto que hay que reconocerle es la aprobación del TLC y las reformas adyacentes. El ahínco con que lo impulsó y la negociación política que logró (Grupo de 38) tiene mucho mérito. Sobre todo en un país que llevaba muchos años de indecisión e inacción política. Con el TLC se mantiene el rumbo de la política económica de los últimos 25 años.
Hay que destacar también el impulso que le dio a la infraestructura. Después de tantos obstáculos y errores en el camino, por fin vimos terminada la carretera a Caldera, casi terminado el aeropuerto Santamaría y bastante adelantado el nuevo Estadio Nacional. Por muchos años nos acostumbramos a que no se pasara nada en materia de infraestructura, y eso es fatal para un país. Además, ahora nos damos cuenta de lo importante que es contar con buena infraestructura.
A don Óscar le tocó lidiar con los efectos de una gran crisis mundial. Hay que darle crédito a él por darles seguridad y tranquilidad a los costarricenses en tiempos duros. Sin embargo, buena parte del mérito se lo llevan Gobiernos anteriores, que prepararon las condiciones para enfrentar mejor este tipo de situaciones. Finanzas públicas ordenadas, deuda pública descendente, un sector exportador dinámico y diversificado, y un país atractivo para los inversionistas extranjeros, son algunas de las condiciones con que arrancó este Gobierno.
Por otro lado, me parece que las acciones del Gobierno para salir de la crisis están sobreestimadas. Mucho de lo que se anunció que se iba a hacer ya se estaba ejecutando. El reforzamiento de algunos programas de asistencia social, para ayudar a los más pobres a enfrentar los efectos de la crisis, sí fue positivo. Pero el aumento del gasto público como instrumento para reactivar la producción es cuestionable. Puede haber funcionado para evitar un mayor desempleo, pero me parece que el gobierno de don Óscar desaprovechó la oportunidad que le daba la crisis para haber ordenado un poco más la casa por dentro. La eficiencia y eficacia con que se usan los fondos públicos sigue siendo el talón de Aquiles de nuestro Estado. Gastar más, simplemente por gastar, lo que hace es patear el balde para adelante.
Por eso ahora doña Laura tendrá que lidiar con un déficit fiscal alto, el cual le limitará mucho su accionar. Ahora sale la jarana a la cara, y si no, que lo digan los griegos. ¡Buena suerte!