La noticia de que el Fondo Monetario Internacional recomienda liberar el mercado cambiario y avanzar con celeridad al esquema de inflation targets me llenó de satisfacción. Coincide con un trabajo de investigación que he realizado en los últimos seis meses.
El trabajo se intitula Liberalización cambiaria en Costa Rica: un verdadero vía crucis. Está, aún, en la etapa preliminar de recibir comentarios, pero si alguno de mis lectores desea contribuir, se lo enviaría, agradecido, a vuelta de correo electrónico. Arranca desde los días de la paridad basada en un contenido de oro fino, los tres ejercicios fallidos de flotación del colón, las “minis” con sus virtudes y defectos, las vicisitudes de las bandas cambiarias y la promesa incumplida de liberar el régimen cambiario para dedicar todos los esfuerzos a controlar la inflación y mantenerla baja per saecula saeculorum.
La tesis principal es, precisamente, la esbozada por el FMI (feliz coincidencia): con el objeto de controlar mejor la inflación es indispensable emancipar la política cambiaria del pesado fardo de intervenir cotidianamente en el mercado cambiario para que la emisión o contracción sean decisiones deliberadas de programación monetaria y no actos involuntarios al tratar de influir arbitrariamente en ese mercado que, al final, nunca llega a dominar el Banco Central. Y, de paso, ayudaría a controlar las entradas especulativas de capital al establecer un grado de incertidumbre.
En honor a la verdad, esa misma tesis de fondo fue esbozada en los trabajos preparatorios del personal del Banco Central para adoptar las bandas cambiarias y, posteriormente, por la junta directiva cuando dictó la resolución, en octubre del 2006. También, por Francisco de Paula Gutiérrez antes y después de esa fecha. Las argumentaciones a favor de la flotación y el esquema de inflation targets están claramente esbozadas y, realmente, resulta difícil agregar nada adicional.
¿Por qué, entonces, no se ha dado el paso final? Yo combato diversas argumentaciones formuladas por economistas, banqueros y empresarios relativas a la falta de coberturas cambiarias, concentración del mercado, especulación, volatilidad, lavado, expectativas y otras, para concluir que no hay argumentos técnicos de peso para posponer (por otros cinco años) la (larga) transición de las bandas a la liberación. El FMI confirma ahora que si se quiere, se puede. ¿Dónde está la pega? En la influencia tenaz de grupos de interés que desean prolongar sus beneficios cuando el Banco Central asumía el riesgo cambiario en contra de grupos más vulnerables a la inflación, como los trabajadores. Ese es el punto.