Agreguemos algunas pinceladas a comentarios de varios personajes nacionales y extranjeros sobre temas que despiertan mucha provocación. Hagámoslo al estilo de Facebook: corto, directo y al cuerpo.
Rafael Correa es astuto y malo. Su secretario de Planificación, René Ramírez, es aún peor. Aprovecharon el zafarrancho policial para profundizar la expropiación de tierras y expulsión de banqueros accionarios en la prensa (aquí se darían gusto), pero no hubo tal golpe de Estado. En todo país civilizado los empleados públicos hacen huelgas para exigir salarios. Fue una burda excusa. Hizo bien e l editorial de La Nación en denunciarlo.
El Gobierno, con la presunta anuencia del titular de Relaciones Exteriores, René Castro, repudió la ley migratoria en Arizona que permite interceptar extranjeros (latinos de tez morena, ojos y cabellos negros, bigotudos y panzones, como yo), que transitaban libremente por las calles de la ciudad. Según la ley universal, nadie debe ser acosado ni detenido por la pinta. Pero, aquí, la pinta es lo de menos. El Gobierno, exhibiendo su doble moral, critica con fruición la prohibición constitucional de practicar retenes, sin respetar la ley. Hizo bien Rodolfo Cerdas al denunciarlo.
La pareja presidencial que gobierna Argentina, Cristina y Néstor Kirchner, también es así. Él, astuto, es el poder detrás del trono; ella, coqueta y dispendiosa, transita por la vía izquierda pero mantiene su (bien surtido) guardarropas a la derecha. Ambos son populistas y arbitrarios. Lograron aumentar la producción, pero a costas de una gran inflación. Y pretenden silenciar a la prensa que los critica. A Martín Redrado lo expulsaron del Banco Central por resistir maniobras financieras. Hizo bien The Economist en denunciarlos.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, tocayo de muchos y autor de Conversación en La Catedral , fue en todo prematuro. No sabía esperar. Se casó precozmente (en la adolescencia) con su tía Julia, 10 años mayor, de quien aprendió –diría Gabo – cosas del amor y otros demonios. Pero tuvo que esperar largos años para ser reconocido por la Academia, siempre morosa con los autores que suelen escribir con la derecha. Le concedió Nobel de literatura a regañadientes: “por sus mordaces imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo”. Pero debió habérselo dado, sin reservas, por ser “el escritor vivo más grande de la lengua española”, como afirmó Carlos A. Montaner. Yo disfruté La ciudad y los perros , obra genial y atrevida sucedida en la academia militar Leoncio Prado, donde a un personaje secundario, por estar muy bien dotado, le apodaban el Boa . ¡Qué bárbaro, Varguitas!