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Por cientos de años y hasta mediados del siglo pasado, los habitantes de estas tierras que hoy llamamos Costa Rica vivieron en pueblos y caseríos, unos apenas puñados de familias y otros de pocos miles de personas que vivían y morían sin apenas moverse de ese sitio. En 1950 San José era más pequeña que la actual ciudad de Limón, y el resto, comunidades atadas a los ritmos agrícolas, en las cuales todo el mundo conocía al tonto y al malandro del lugar. No eran, para nada, sociedades idílicas ni armónicas. Había pleitos por tierras, machetazos por la noche o por la espalda y abundaban las poblaciones piojosas y enfermizas. Una diarrea, un muerto.








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