Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) publicó los primeros resultados de la encuesta de hogares del 2011, que mide cómo van los ingresos, el empleo y la pobreza. Un resumen apretado es este: la pobreza y el desempleo están en el mismo nivel del 2010; es decir, cero avances a pesar de la recuperación económica. Los ingresos y el empleo están mucho mejor en la Región Central y no hay cierre de brechas entre las dos Costa Ricas (la del Valle Central y la de regiones periféricas).
El dato clave es el siguiente: más de la mitad de los 87.000 nuevos empleos son de tiempo parcial o trabajos informales (el pellejeo en las calles, sin garantías de nada). La Nación estuvo en lo correcto al titular “País generó más empleos, pero la mayoría fue de baja calidad”. Cuando el mercado laboral privado crea un puñito de buenos trabajos y un océano de malos, la desigualdad se “descochifla”, como efectivamente ocurrió entre 2010 y 2011. Ya sabemos que si esta se agrava, compramos tiquetes para la rifa de una mayor violencia y desintegración social. La desigualdad, más que la pobreza, siembra turbulencias.
Hay una perspectiva desde la cual esta creación mayoritaria de empleos de baja calidad, es pésima noticia. El país vive la última década del bono demográfico, un período en el que hay una relación muy favorable de personas activas, generalmente jóvenes, en relación con personas inactivas (niños y ancianos). Luego del 2021 la población adulta mayor crecerá muy rápido y el bono se habrá ido para siempre. Si para entonces la economía no ha logrado alcanzar una alta productividad, nos la veremos a palitos para sostener los logros sociales ¿Por qué? Porque en esa sociedad envejecida habrá relativamente pocos trabajando. Por ello, en esta década es cuando tenemos que generar, masivamente, empleos de alta productividad; es como ahorrar para guarecerse.
Un buen uso del bono demográfico es vital para nuestro futuro. Debemos acomodar la gran cantidad de jóvenes que cada año ingresan al mercado laboral (en el último año, la población total creció en 50.000 personas, pero casi 80.000 entraron a trabajar) y así sentar buenas bases para lo que nos espera. Sin embargo, las cifras del 2011 muestran que caminamos en sentido contrario: justo cuando mejores empleos debíamos estar creando, generamos chatarra.
Cambio de onda: necesitamos desarrollar una economía para la gente. Lo que realmente mide el progreso económico no es si el PIB crece sino si se crean buenos empleos para los de a pie. Desde este punto de vista, estamos frágiles.
Un programa nacional de empleo y generación de ingresos, es imperativo.