Opinión

Enfoque

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Nuestra flota pesquera, la del Pacífico y la del Caribe, está penetrada por actividades ilegales. Semana de por medio caen pesqueros ticos hasta el hacha de cocaína, aquí o en países vecinos; además, grupos empresariales están metidísimos en el negocio de las aletas de tiburón. Era previsible que una actividad largamente deprimida como la pesquería cayera en malos pasos. De ella depende una población pobre y abandonada que malvive en trabajos riesgosos, presa fácil del dinero rápido y sin preguntas.








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