El tipo del elegante 4 x 4 frenó en medio puente, bajó el vidrio y aventó la bolsa de basura al río. Luego aceleró a todo gas y se perdió, calle arriba, en la colina, quizá celebrando su viveza, quizá con un punto de verguenza. Lo que sí tengo por cierto es que el hombre tenía la educación y la información suficiente para saber que su acto era, además de ilegal, poco ético y un atentado contra el ambiente. Seguro que para él eso fue un pecadillo venial de los que se remedian con un par de oraciones y que no impiden dormir a pierna suelta.
¿Por qué? ¿Por qué, por ejemplo, en Hatillo, un barrio de gente buena y trabajadora con, apuesto, sus casas muy limpias, un montón de gente apila como termitas la basura en la esquina un minuto después de que pasa el camión recolector? Poniéndolo en perspectiva más general, ¿por qué nos parece natural a las y los ticos del siglo XXI vivir en un chiquero, con la basura “puertas afuera” desparramada por todo lado? ¿Por qué, en fin, somos como las moscas caqueras, basurofílicos, entes enamorados de la basura?
Abro el foro a los estimados lectores: lanzo el reto a ver quién tiene la explicación más convincente. Sin embargo, desde ya les digo que desacredito las siguientes teorías: (a) que somos basurofílicos porque la educación falla. Falso: todos pasamos por la escuela y la maestra bien nos explicó la importancia de no contaminar. (b) Que somos basurofílicos porque las multas no son lo suficientemente altas. Tampoco me trago esta copla: necesitaríamos un policía en cada esquina para controlar a los cochinos, como si los polis tampoco tiraran su basurilla. Entonces: ¿quién tiene una buena explicación?
Como en otros ámbitos del comportamiento humano, no hay una única razón. Hay vivazos que siempre harán lo que les viene en gana; otros simplemente son “seguidistas” de la costumbre. Desde mi punto de vista, el punto es precisamente este: ¿cómo cambiar una costumbre? En esto nuestra propia experiencia histórica nos da pistas interesantes: en una sociedad de “gente descalza y sin dientes” ¿cómo hicimos para que la gran mayoría aprendiera a lavarse los dientes y las manos y se calzara? ¿Cómo logramos, a mediados del siglo pasado, un rápido cambio cultural?
Debemos asumir como prioridad nacional cambiar la manera como popularmente tratamos nuestros desechos. Esto requerirá una combinación de acciones: campañas publicitarias sostenidas en el tiempo, movilización de escolares para concienciar a los vecinos, creación de incentivos para los hogares que reciclen; “zapallos de lata” para los vecinos de los minibotaderos; concursos entre comunidades con premios para la más limpia. ¿Qué les parece?