El 31 de mayo de 2010, tropas israelíes asaltaron en aguas internacionales una flotilla que, con ayuda humanitaria, había zarpado desde Turquía y procuraba descargarla en Gaza, para romper el bloqueo que Israel y Egipto mantienen sobre ese territorio. Nueve personas murieron y un terremoto sacudió el escenario internacional.
El asalto a los barcos ha sido un desastre político y diplomático para Israel. Ha tenido que levantar (parcialmente) el bloqueo a Gaza y aceptar una comisión investigadora (aunque no con el mandato ni la composición que pedían las Naciones Unidas). Sus relaciones con Turquía –importante aliado– se dañaron severamente y se abrieron nuevos focos de tensión con la administración Obama. También pareciera que la acción militar fue mal concebida. ¿Qué la flotilla era una provocación? No tengo duda de que era un queque con hormigas. Empero, el Gobierno israelí tuvo muchos días para calcular su respuesta y escogió una muy equivocada. En mi opinión, el Gobierno israelí se metió un autogol, dañó los intereses de su propio Estado.
En una sociedad democrática y cuando se libra un conflicto político y militar prolongado como en Israel: ¿debe la ciudadanía apoyar siempre cualquier acción que el Gobierno haga dizque en defensa del interés nacional? Algunos dicen que sí, para no afectar la moral o la cadena de mando. Yo digo que no. Ni en esas condiciones extremas creo en los cheques en blanco pues presuponen que los líderes no se equivocan. Y, como hemos visto, meten las patas. En una democracia deben asumir su responsabilidad ante tortas grandes. Allá las autocracias con sus silencios y silenciamientos.
Muchas críticas a Israel son automáticas, teñidas de antisemitismo o parten de la negación de ese Estado. Sin embargo, no toda crítica a Israel tiene esas premisas y la mía ciertamente no. Defiendo el derecho a la existencia del Estado de Israel, sin amenazas de ningún tipo. Al mismo tiempo, defiendo el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, a no ser parias en su propia tierra.
La debacle de la flotilla es un evento dentro del pertinaz conflicto palestino-israelí. ¿Habrá luz al final del túnel? Ojalá: la paz es urgente, pero se requieren cambios políticos importantes, tanto dentro de Israel como entre los palestinos. En algún momento tendrán que reabrirse negociaciones directas, duras pero sinceras. Lo cierto es que el bloqueo a Gaza es indefendible y contraproducente, así como la ocupación israelí de la Margen Occidental, con perspectiva de apropiación permanente. Por su parte, los intentos de Hamás, que tiene el poder en Gaza, e Irán (principal auspiciador) por borrar a Israel del mapa y los ataques armados a la población civil, no son tolerables. La situación actual es insostenible en el largo plazo.