Históricamente, la ausencia médica provocó que comadronas atendieran los partos. En un tiempo, estuvieron del lado de la vida, como muestra la célebre investigación de Semmelweis ( Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puerperal , 1860): las parturientas –pobres e indigentes– atendidas en el Hospital General de Viena a menudo fallecían, mientras que las mujeres de familias con mayores recursos, asistidas por comadronas en sus respectivas casas, no. Semmelweis concluyó que la contaminación médica con cadáveres era la causante de la fiebre puerperal y, tras introducir el lavado de manos con clorina líquida, la mortalidad en el Hospital disminuyó significativamente.
La comadrona se asoció con la bruja, por el empleo de hierbas y brebajes abortivos y anticonceptivos, y no faltó mucho para que hiciera el aborto directamente, con “varillas de sombrilla” y otros artefactos que la catapultaron como agente de la muerte.
En el 2001, el doctor Fuster publicó la historia de una adolescente “embarazada de su novio, el cual –al enterarse– la había dejado, y que, en su desesperación, había ido donde una señora que le había hecho ‘algo abajo’ que inició el sangrado” y le provocó la muerte. Esa comadrona era posiblemente una de las causantes de los 8.500 abortos clandestinos que, según la ministra Esmeralda Britton, se realizaron en Costa Rica en 1993, lo que, de acuerdo con ella, “demuestra que los embarazos no deseados son una realidad”.
¿Legalizarlo? Expuestas ante la ONU, el pasado 1.° de julio, en el informe del cumplimiento de la convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, las afirmaciones de Britton son ahora tomadas por cifras oficiales y conclusiones contundentes. Según ella, “la penalización del aborto introduce riesgos aún mayores para la salud y la vida de quienes se practican uno en forma clandestina, por la falta de condiciones médicas y de higiene en que suelen realizarse este tipo de intervenciones. Por otra parte, introduce una discriminación social obvia pues, para quienes tienen recursos económicos, es posible salir del país para interrumpir el embarazo en otro donde esta práctica sea legal, sin tener que recurrir al riesgo para la salud, la vida y la libertad que conlleva un aborto clandestino”. ¿Significa esto que, para deshacerse de “embarazos no deseados”, disminuir la mortalidad materna y evitar la discriminación social, la ministra Britton impulsa legalizar el aborto?
Pero, la relación de aborto con embarazo no deseado es desmentida por estudios que señalan que la mujer aborta en las tres cuartas partes de los casos por causas socioeconómicas, y el 25 por ciento restante se distribuye entre causas familiares, de salud, personales y casos de violación (alrededor del 2 por ciento).
Riesgo de muerte.Si bien la mortalidad materna asociada a abortos mal practicados es un serio problema de salud pública, el estudio de Reardon demostró que las mujeres que se someten al aborto (legal) tienen un riesgo de morir 4 veces mayor que las que dan a luz.
Por otro lado, también son un problema de salud pública las graves consecuencias psíquicas y físicas en la mujer que sobrevive al aborto: sentimientos de remordimiento y de culpa, depresiones, llanto inmotivado, pesadillas, alteraciones del ritmo cardiaco o de la presión arterial, migraña, trastornos del aparato digestivo. Gran número de mujeres suele pensar, con los años, en cómo sería su vida si el niño abortado viviera. Además, hasta un 50 por ciento de uniones se rompen tras un aborto.
Ojalá que las afirmaciones de la ministra Britton en la ONU sirvan para discutir el tema y buscar soluciones. Buscar capacitación y empleo a una gestante con problemas económicos, facilitar la adopción, mejorarle la autoestima, darle albergue cuando es despreciada, asistirla psicológicamente en casos de violación y otras medidas pueden ser más humanas y generarle menos daños a su salud que un aborto, en cualquier condición que se realice.