Fue la noticia que acaparó la atención del mundo entero aquella tarde del 30 de marzo 1981. En menos de cinco segundos el pistolero John Hinckley Jr. disparó seis balazos con su revólver calibre 22, contra la comitiva que acompañaba a Ronald Reagan a su salida del Hotel Washington Hilton.
En el especial de estreno El atentado a Reagan, memorias de un acoso , el corresponsal de investigaciones, Drew Griffin, examina el atentado utilizando imágenes de la cobertura del suceso junto con entrevistas a testigos para narrar la historia. También habla con Jerry Parr, uno de los agentes del Servicio Secreto que ayudó a salvar la vida del presidente y los doctores Joseph Giordano y Wesley Price, que atendieron al presidente Reagan en el hospital de George Washington.
El Secretario de Prensa de la Casa Blanca James Brady resultó herido, al igual que el agente del Servicio Secreto Timothy McCarthy y el oficial de policía Thomas Delahanty.
El cuarto herido fue Reagan quien terminó “sepultado” por los agentes Jerry Parr y su compañero Ray Shaddick.
Reagan –según le contó Larry King años más tarde, en una entrevista que reproduce CNN– les pidió a sus protectores que se quitaran de encima, pues sentía que le habían lastimado una costilla con el radio de comunicación.
Lo que el Presidente ignoraba para ese momento, era que uno de los plomos se había alojado en su pecho, a escasos centímetros del corazón.
John Hinckley Jr. había concretado de esa forma el noveno atentado en contra de un presidente estadounidense, desde que en 1865 Abraham Lincoln fuera asesinado en el Teatro Ford en Washington.
33 años después, en la memoria del exagente del Servicio Secreto Ray Shaddick, el recuerdo sigue fresco, al igual que en el colectivo norteamericano. “Si hubiéramos sido un segundo más lentos a él (Reagan) lo hubieran impactado en la cabeza”, rememora Shaddick en una entrevista con CNN.
Y es que precisamente esa cadena de noticias estrena este domingo 28 un especial sobre uno de los sucesos más graves acaecidos en la década de los 80.
El exagente sostiene que el día del ataque se siguió al pie de la letra el protocolo de seguridad, pero Hinckley explotó un aspecto que la protección presidencial menospreció: el hecho de que en ciertos puntos, era fácil aprovechar el tumulto de gente para acercarse a la comitiva.
Eso generó el primer cambio en los estándares de seguridad; desde aquella ocasión ninguna persona podría acercarse al presidente sin ser auscultada con aparatos electrónicos.
Otra lección aprendida tras el incidente tuvo que ver con la preparación de quienes protegen al presidente. El periodista y escritor Del Quentin Wilber, sostiene que el tema era importante desde finales de la década de los 70, pero tras el ataque contra Regan se priorizó.
El exagente Shaddick considera que muchos perturbados que planean atentados contra presidentes o candidatos presidenciales en Estados Unidos representan un peligro mayor por la facilidad de información que brinda Internet.
Como dato curioso, el especial revela que de los autores de atentados contra presidentes o candidatos presidenciales desde 1960, ninguno figuraba en la lista de sospechosos del Servicio Secreto para cuando ocurrió el ataque.