Aquella vez que el recuerdo más profundo del 24 de diciembre fue el sonido de la puerta como si la golpearan desde adentro y la cara de quien explicó que el golpe lo daba el marido, pero a la esposa, no a la puerta.
Aquella vez que estaban dando los toros y decían los mismos chistes misóginos, homofóbicos y generalmente irrespetuosos de siempre pero, dado que algunos reían y comentaban como si aquello fuera loable, ninguno de los presentes que pensaban lo contrario abrió la boca.
Aquella vez que alguien señaló, por enésima ocasión, que esos chistes los facilita la élite del país; la que es dueña de las frecuencias públicas; la que nos debe contenido cultural y de calidad; la que únicamente piensa en llenar sus bolsillos montándose en la arepa de mantener vivas las “tradiciones del pueblo”.
Aquella vez que la prensa local no publicó un titular con cualquier frase de diciembre que haya escupido Cañero o Porcionzón o Choché, para por lo menos enmarcar la prepotencia del oscurantismo que profesan y promueven.
Aquella vez que esos medios locales sí hicieron eco de la controversia en torno a la estrella hollywoodense a la que todos achacan el comentario aquel que ni siquiera entendemos por qué es ofensivo.
Aquella vez que el crítico de televisión que ha visto las corridas de toros toda su vida se preguntó: “¿Son los toros una actividad que por costumbre debe difundir valores que más bien se han ido combatiendo en la sociedad?”.
Aquella vez que nació la incógnita de si la sociedad a la que se refirió el crítico –la que ha ido combatiendo estos valores– es esta, la que todos los diciembres nos regala, mediante la radiofrecuencia, un “no” como respuesta y recordatorio.
Aquella vez que el mismo crítico de televisión felicitó a Repretel por ser el canal menos irrespetuoso para con la mujer de los tres que transmiten las corridas de toros, porque ser el “menos pior” es una aspiración y es marca país.
Aquella vez que el experto en toros firmó una carta pública en la que, en serio, dijo: “Me temo que usted engrosa la lista de una de muchas personas mediáticas que se unen a la moda de defender los animales y los gustos diversos sexuales”.
Aquella vez que alguien quiso insinuar que los valores de la tele son los causantes de los golpes en la puerta, mas olvidó que la violencia doméstica es representativa de una minoría de personas en el país, pero cuyas actitudes son protagonistas de nuestra oferta mediática.
Aquella vez que el optimismo ganó la partida y trajo pensamientos salvavidas: la convicción de que estas costumbres, estos valores, se disminuirán conforme desaparezcan los enclenques que no pueden ver un día sin ellos; que viene sangre nueva; que algún día será de día.
Aquella vez que gastamos la hora del almuerzo deseando que en serio estuviéramos hablando solo sobre “aquella vez” –la última vez–, no “todas las veces”.