“San Martín, nos contaba usted que no ha tenido oportunidad de ver, con calma, el levantín suyo. ¿Le gustaría verlo?”.
“Uhhhhh”, fue lo único que atinó a decir el muchacho que no es santo ni se llama Martín al ver la primera de las siete repeticiones de su casi muerte. En cámara lenta y HD –y variedad de ángulos– una y otra vez se le dio “play” a la secuencia en que un toro lanza por los aires al desdichado sujeto de la entrevista, perforándole en el proceso un pulmón. Cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre; cacho-pulmón-sangre.
San Martín traga grueso; una mano sostiene un pañuelo, a la otra la sostiene un cabestrillo. Se le quiebra la voz mientras busca algo de coherencia para responder, en vivo frente a todo el país, la pregunta del millón: ¿qué pensó en el segundo antes de que el toro lo hiciera un chuica y lo mandara a dar vueltas por el aire?
La pasión de San Martín ha sido larga y provechosa. Cuando el 3 de enero el toro casi acaba con su vida en Zapote, el “sacrificio” de Martín dio valor al boleto de los presentes en el redondel y al rating de la gente en sus casas. “Un chuzo de corrida”, bien podría decir cualquier testigo, pues todos sabemos que la corrida de toros “buena” es aquella que se salda con sangre (que sea del torero o del toro es un detallito menor).
Pero, ¿por qué conformarnos con solo ver al improvisado padeciendo, con la camisa ensangrentada, sobre la sucia arena del redondel? Martín casi se muere ante nuestros ojos, así que algo bueno debería tener para decir, ¿no?
Casi ocho minutos llenos de “por dicha”, gestos piadosos y palabras de aliento se ganó Martín en el noticiario. Casi ocho minutos en que fue sometido a repasar siete veces el trance absurdo en el que casi muere. Absurdo, sí, porque es estúpido e innecesario jugarse el físico frente a un toro furioso.
Sin ser santo, el muchacho que no se llama Martín está vivo casi que de milagro. Quizá algo de intervención divina hubo en el asunto, pues no por nada el obispo de Cartago les pidió esta semana a los toreros improvisados que dejen de exponerse así. Incluso, el piadoso líder trasladó algo de la bronca a la protección animal (“ahora, Dios guarde tocar un toro”) y bien hizo en recordarnos los viejos tiempos en que a los toros se les “suavizaba” con un chuzo (salados los animales, porque de ellos no será el reino de los cielos).
San Martín tiene más de cien puntadas atravesándole el pecho. San Martín no tiene dinero para pagar los tratamientos médicos heredados de la cornada, y no está seguro de si volverá a meterse en un redondel de toros, especialmente porque su esposa ha sufrido mucho con esto.
San Martín habla en vivo, a todo el país, con vos quebrada y ojos húmedos. Si se lo perdió, no se aflija, que de seguro su pasión será parte de Lo mejor del Verano Toreado 2016 . Espérelo.