No escogí ser costarricense. De haber podido elegir mi cuna hubiera optado por otro planeta, pero las cosas no son como uno quiere. No me siento orgulloso de ser tico, porque esa decisión nada tuvo que ver conmigo, así como no me vanaglorio de ser humano, hombre, o de tener cabello oscuro.
Con esos ideales, uno podría suponer que yo iba a disfrutar Tico Promedio, documental cuyo objetivo es exponer las "situaciones que consideramos que se deben mejorar como pueblo", pero no, porque una cosa es cuestionar las vacas sagradas de una sociedad, pero otra es bombardear –por puro placer– a una cultura específica, en una cruzada absurda de odio y altanería que resulta gratuita.
Soy una minoría entre los 90.000 –hasta ahora– que han visto Tico Promedio en YouTube y que lo han convertido en su biblia del odio, pero no puedo tomarme en serio que disfracen de documental una serie de filminas de Power Point y un vox pópuli de caras conocidas, sin entrar en mucho detalle sobre aspectos técnicos, pues la hoja no alcanzaría para ello.
Hablemos mejor del contenido, aunque es difícil utilizar ese término al hablar acerca de un documental cuyo argumento ideológico se basa en citas descontextualizadas de La isla que somos (ensayo publicado por Isaac Felipe Azofeifa en 1971) y en una sola frase del Informe del Estado de la Nación. Tico Promedio no tiene investigación, solo opinión; no tiene antecedentes sociológicos, solo prejuicios aleatorios de sus directores y de las personas consultadas, entre ellas Dionisio Cabal, Marcía Saborío, Norval Calvo y Jacques Sagot, el esnob de esnobs.
Lo descabellado de la trama es notable en los primeros minutos, en una secuencia hilarante con una toma del partido contra Suecia en el mundial de Italia 90, seguida por esta frase: "Costa Rica iniciaba bien la década de los 90: el país de la paz, el país sin ejército, el país del turismo verde; no éramos ricos, pero tampoco pobres. Una medalla de oro olímpica, un campeón mundial de atletismo, un astronauta en el salón de la fama de la NASA, un Astecazo... ¡Qué lindo es ser tico!".
Admirable Italia 90, ¿no? Según Tico Promedio, definió nuestro futuro y pasado; un precedente atemporal cuya magia inspiró cambios sociales en 1948 y nombramientos de la NASA en 2012. Luego, el narrador se pregunta que qué pasó en los últimos 20 años (en realidad son 24) y por qué ya no nos sentimos orgullosos de ser ticos. La segunda pregunta se responde fácil: porque no debemos sentirnos orgullosos, solo tratar siempre de ser mejores personas, en el país que sea. En fin.
El responsable de nuestro descontento es, al parecer, el "tico promedio", un concepto sombrilla en el que caben muchos males de la humanidad, los cuales no aplican únicamente para Costa Rica. Características como la corrupción, el chorizo, los sobornos, la cultura de la deuda, la reventa de entradas, la priorización de la fiesta y los malos conductores le dan forma al concepto, como si el país tuviera un monopolio sobre estas situaciones.
Para ellos, escoger a malos políticos, tener shows como Combate y las fiestas de Palmares son males exclusivos del tico. La insensatez de esta diatriba hecha filme alcanza niveles caóticos en la recta final, cuando el creador de la página de Facebook Solo en Costa Rica se lanza en contra de quienes modifican sus carros, como si nunca hubiera visto Pimp My Ride en MTV. Luego, el tipo dice que tenemos que ser humildes y que tenemos que vernos a nosotros mismos en lugar de criticar a los demás. ¡Páguese a ver!
Tico Promedio se promociona como "un documental que vas a odiar", por lo que criticarlo es complicado. En Internet, sus defensores han dicho que si no le gustó lo que vio es porque es un tico promedio, frase que ahora es el insulto de moda. Qué tedio.
"Vivimos en un estado de permanente escape de la realidad", afirma Sagot. Pero... ¿no es eso lo que están haciendo quienes idearon la cinta? Están viendo por debajo de los hombros a sus vecinos, declarándoles odio profundo y sacándose a sí mismos de la paradoja, sin dignarse a entender porqué carajos tenemos el país que tenemos, el cual no mejorará con el cinismo que transmite este documental.
Cuando el analista Jaime Ordóñez dice que en Costa Rica "nadie lucha por nada", siento tristeza: ese es un insulto para mi familia, mis amigos y todos los desconocidos que no nos colamos en la fila, no sobornamos al tráfico y no usamos recursos ajenos para nuestro bien. Si a algunos les parece bien que este tipo y los demás partícipes del documental los echen en el mismo saco que esas personas (que pululan en el resto del mundo), adelante, pero yo creo que es más fácil decir eso que tratar de entender nuestro entorno.
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Nota del autor: La opinión se la forma cada uno, con respecto a su contexto e ideología. Si usted no ha visto el documental y el tema le parece interesante, le recomiendo sacar 30 minutos de su tiempo y verlo en YouTube.