Cada quien tiene su ángel; su dosis de buena suerte para esta vida. Cada quien tiene una luz. La de Lady Gaga, o Stefani Joanne Angelina Germanotta, es relativamente exponencial.
El 22 de setiembre se estrenó en Netflix el documental Gaga: Five Foot Two, en donde la artista —como muchos otros ya lo han hecho— se desnuda, y comparte momentos íntimos.
Muestra todos los pequeños destellos que hacen de una celebridad, un humano “común y corriente” más. Pero en su película biográfica, Gaga me recordó a una amiga que alguna vez –un par de sujetos masculinos –describieron como "rota".
La “rota” fue (para ellos) una mujer hiper sensible, conectada con algo más allá de lo que la mayoría puede percibir. Desprendida de cualquier sentimiento de posesión. Siempre demasiado presente, demasiado consciente. Constantemente sumergida en un profundo y vasto océano de dolor. Siempre con el corazón roto. Siempre rota.
En su documental, Gaga habla sobre ser mujer. Sobre los tormentosos procesos que le tomó para reconocerse como tal, y amar su cuerpo, y sentirse completamente cómoda con quien es. De los tantos productores musicales –hombres– que trataron de modificar su cuerpo, y su esencia, hasta que por fin se desprendió de ellos, para poder ser.
Pero además, habla sobre el temor que —posiblemente— compartimos la mayoría de mortales: la soledad.
"Estoy sola todas las noches; y todas estas personas se irán. ¿Cierto? Se irán; y yo me quedaré sola", dice.
Esta vez es Gaga sin un armatoste cubriéndola, es Gaga como cualquiera de nosotros: fumando en un bautizo, abriendo el álbum de fotos con la abuela, recibiendo flores del ex.
También, el documental evidencia el proceso creativo de la artista de 31 años, que está infectado por dolor; desde su padecimiento de fibromialgia hasta la muerte de su tía Joanne.
El documental tampoco se limita a ser una ventana, tiene su propio estilo para mostrar los momentos más gloriosos de la artista, sin un solo aplauso.
Como pieza audiovisual, se aprovecha de las situaciones cotidianas de Gaga para crear pequeños cortos que le tomaron al director del documental, Chris Moukarbel, 8 meses en capturar.
La mayoría de veces, la película muestra a la cantante llorando, rodeada por su familia, llorando, comiendo y llorando, cantando y llorando. Darle play a la pantalla, es entrar a un tsunami emocional que no para. Que arroja cada vez más desechos, más demonios que atajar.
Esta vez es Gaga despojada de lo que los demás opinan, es ella, ensimismada en su espíritu de artista. Como dijo el escritor C.S. Lewis: "Trata de excluir la posibilidad de sufrimiento que implica el orden de la naturaleza y la existencia del libre albedrío, y encontrarás que has excluido la vida misma".
El documental se encuentra disponible en Neflix.