Querido Niño: sé que para estos días andás muy ocupado y que en la tonelada de peticiones que te llegan con toda razón le das prioridad a la gente que sufre crudas necesidades. Sin embargo, si tenés un tiempito, ojalá tomés en cuenta esta listica.
Además de los tradicionales deseos de salud y estabilidad, este año también quiero pedirte que, en la medida de lo posible, nos ayudés a que diciembre no sea equivalente a lo peor de la producción televisiva costarricense.
Te explico: conforme avanza noviembre nuestros televisores empiezan a oler a humor rechinado, animación farandulera y bombetismo desbocado. Lo que empezó décadas atrás solo con las tradicionales transmisiones de corridas de toros es hoy una absurda temporada “fiestera”, hija de la programación de contenido desechable y la fórmula reciclada.
Por esto, y si lo tenés a bien, ojalá podás sacar un rato para darnos un fin de año en que la televisión nacional no nos sature con su falta de gusto.
Te pido por un fin de año sin humor de cantina ni contadores de chistes que ganan millones mientras se burlan de los homosexuales, los alcohólicos y los inmigrantes nicaragüenses.
Te pido por un fin de año sin concursos carentes de gracia, en que los participantes se humillan en vivo, frente a todo el país, para ganarse ¢5.000.
Te pido por un fin de año sin apariciones televisivas de músicos nacionales haciendo playback (mímica) ni destrozando clásicos de la música (otro popurrí de Michael Jackson mal cantado ya califica como crimen contra la humanidad).
Te pido por un fin de año honesto, en el que no nos duela admitir que un programa muy visto no es sinónimo de un programa bueno: la mala televisión es la que más se consume y en eso los ticos ya desarrollamos una humillante maestría.
Te pido por un fin de año sin tomas con acercamiento a las lágrimas de personas discapacitadas y/o en condiciones de miseria, cuyos casos nos son presentados con música lastimera para campañas de solidaridad cargadas de patrocinadores. Y conste, no tengo nada contra la beneficiencia pero para ayudar a otros no es necesario el vanidoso autobombo.
Te pido por un fin de año sin bromas de cámara escondida de parte de inescrupulosos que en pos de la risa fácil simulan situaciones de vida o muerte que provocan poco menos que un infarto a los pobres “premiados” (usualmente compañeros de trabajo, sin derecho a quejarse, de los ocurrentes bromistas). La salvada es que podemos dar por descartado que a alguno de estos genios se le ocurra gastarle una broma al personal de atención de emergencias, y ni qué decir de un hospital... “idear” algo así solo sería propio de salvajes.