El cine costarricense no es un género cinematográfico, pero le ha costado salirse de algunos recursos cansones. Con sus contadas excepciones, siempre hay alguna o todas las siguientes opciones: malas actuaciones, temática superficial, chistes mediocres dignos de El Chinamo, los mismos lugares que usaría el ICT para su próxima campaña, y pérdida total de credibilidad en el argumento, entre otras.
En distintas etapas de mi vida, disfruté de una que otra película local por motivos que ahora no comparto, pero en general, me ha costado salir con un buen sabor de boca luego de ver una película del no-género-pero-casi llamado cine costarricense, que poco a poco empieza a ver un nuevo horizonte, pues ha tenido un alza productiva y cualitativa en los últimos años, dando paso a una suerte de nueva generación de ideas, visiones y, por supuesto, creadores.
Por las plumas, la primera cinta de Neto Villalobos, es prueba de ello. Él es cineasta pero también sociólogo, literalmente. Ese segundo conocimiento de seguro influyó en su forma de hacer cine, porque debutó con una radiografía de la cotidianidad de este gran barrio llamado Costa Rica. Lo ordinario, con sus pequeñas victorias y su poco movimiento.
Un punto alto de la película es que su narrativa no explora una dicotomía común en varios de los audiovisuales producidos en el país: la interrogante existencial de si quedarse o irse de Costa Rica. Acá, las ambiciones no están tan pegadas al cielo, y parecen estar impulsadas por una urgencia de asesinar al aburrimiento de la vida cotidiana. En ese sentido, tampoco es una historia que desenlaza en clichés.
La cinta es refrescante por esas y muchas otras razones, que van desde la estética y la fotografía (por lo menos desde los ojos de un ignorante del cine) hasta el tratamiento de los personajes: dos guardas de seguridad, una empleada doméstica y un chamaco buena nota; los presenta potables, tal como son, sin exagerarlos y generando una empatía que solo se consigue con una profundización minuciosa en sus acciones.
Algunos alegan que la película es lenta. Supongo que todos tenemos nuestro tipo de cine, y muchos podrían abrazar la lentitud de películas como esta por la oportunidad que brindan de sumergirse en los momentos y en el contexto que impulsan algunas de las acciones más trascendentales de los personajes. Chalo y Jasón, los dos principales, son interpretados por personas que nunca antes habían actuado (Allan Cascante y Marvin Acosta, respectivamente), y lo hacen fenomenal, incluso desatando unas cuantas carcajadas sinceras a lo largo del filme.
Si tienen el chance, vayan a verla al cine antes de que los gringos la vean en HBO el próximo año, porque –según Villalobos– eso va a pasar. Pero sepan que es diferente: no sale ni una sola toma de aquella playa hermosa en Costa Rica, tampoco abunda la belleza que la pantalla “define” como belleza, nadie se va del país, los diálogos no son forzados y fue filmada en Puriscal. Por las plumas es un avance, o al menos desborda frescura.
Actualización; 13/10/13, 10:20 a. m.: La película fue filmada en Puriscal, no en Naranjo.