¡Cómo lo quería, cómo lo adoraba! Lo que empezó con flores, galanterías y arrumacos, acabó en tragedia y muerte. Le prometió dejarle la cara llena de cicatrices, pero ella lo amaba.
Todas sus amistades le advirtieron que era un vividor de mujeres mayores, un matón de medio pelo, celoso, un macho cabrío en celo que la zarandeaba como a una piñata.
Una noche, su hija de 14 años no aguantó más; después de escuchar los gritos maternos, los golpes y las amenazas, tomó un cuchillo de cocina y se lo clavó en la barriga, lo abrió en canal como a un cerdo y dejó que se ahogara en su propia sangre.
Semanas antes del crimen, Lana Turner filmaba en Londres Another Time, Another Place ; hasta ahí llegó Johnny Stompanato a buscarla y le apuntó con una pistola en medio set. La coestrella de la diva, Sean Connery, lo desarmó, le dio una trompada y la policía lo deportó como a un maleante.
¿Quién era aquel pelagatos?, capaz de embrutecer con sus encantos a la Turner, la “chica del suéter”, que tenía cuatro maridos a la cola y una fama bien ganada como devoradora de hombres.
La estrella de Hollywood era una mujer amoral, un animal sexual, con la autoestima de una cucaracha y dispuesta a levantarse lo que fuera, con tal de no dormir sola.
Y Johnny, ¡ahhh, el pobre Johnny! Este era un matasiete ligado a la mafia de California, guardaespaldas y matón a sueldo del capo Mickey Cohen, que en sus ratos libres seducía mujeres depresivas para chantajearlas y de paso aporrearlas.
Pero Lana, poseída por las hormonas, solo veía en él a un joven temperamental y a un semental latino apodado “Óscar”, aludiendo a los 30 centímetros que medía la estatuilla dorada.
Estaba tan idiotizada que, a pesar de las palizas, le reclamaba así sus caricias: “tan salvajes que me hacen daño… es todo tan terrible, pero al mismo tiempo tan bello. Soy tuya y te necesito. MI HOMBRE”.
Era una relación sadomasoquista, al punto que durante unas vacaciones en el Hotel Vía Vera –en Acapulco– los huéspedes se quejaron de las salvajes escenas amorosas que los dos interpretaban sin el menor escrúpulo.
Durante un año Cheryl, la hija adolescente de Lana y Steve Crane, soportó los alborotos entre su madre y el chulo; los tres interpretaron el falso papel de una familia feliz y la jovencita trataba a Stompanato de “papito” y le hacía “cariñitos”.
Los boquiflojos de la prensa sensacionalista regaron la especie de que Cheryl también quería disfrutar de la descomunal herramienta erótica que blandía el cazafortunas.
La niña era un dolor de cabeza; rebelde, insegura y complicada le sacó canas verdes a su infeliz mamá. Varias veces escapó del distinguido colegio donde estudiaba y todo le valía un pirucho.
Pero, ¿qué pasó realmente el 4 de abril de 1958, en la mansión kitsch de Bedford Drive?, donde el trío llevaba una vida infernal.
Quiero a ese hombre
Por años, Lana Turner saltó de hombre en hombre, hasta que encontró la horma de su zapato. Johnny Stompanato era un gigoló y un matarife que portaba un pistolón bajo el smoking y con eso sedujo a la cazamachos.
Este aborto infernal fue lanzado al mundo el 10 de octubre de 1925, en Woodstock, Illinois; hijo de un barbero –John– y de Carmela –una costurera–. Era el menor de cuatro hermanos: Grace, Teresa y Carmine.
A los seis días de nacido su madre murió de peritonitis y el padre la repuso con otra mujer, Verena Freitag.
Para enderezar el carácter agresivo de Johnny lo enviaron a un colegio militar; peleó sin asco contra los japoneses en la batalla de Okinawa, en 1945, y después lo enviaron a China, donde conoció a su primera esposa la turca Sarah Utish.
Stompanato tenía los valores de una rata de caño y para casarse se convirtió al Islam; después se deshizo de Sarah y de su hijo para regresar a Estados Unidos y asentarse en Hollywood, donde montó una red mafiosa a cuenta de su patrono Cohen.
Como supuesto gerente de una tienda de regalos lujosos, enganchó a varias señoronas de Los Ángeles, rendidas ante aquel supermacho. A todas las dejó por la Turner, que lo tenía de mascota y le complacía cualquier capricho.
Según Lana: “los hombres son terriblemente excitantes y cualquier mujer que opine lo contrario es una solterona anémica, una prostituta o una santa”.
Cada día la relación era más enfermiza; la actriz intentaba controlar a su garañón con sobredosis de dinero y sexo; pero como se negó a cancelar las deudas de juego de Johnny, este juró vengarse de ella y de toda su familia.
“Voy a rajarte y después haré lo mismo con tu madre y tu hija…” le gritó Stompanato a Lana. Tras la puerta Cheryl escuchó al crápula y voló a la cocina, sacó un cuchillo de 20 centímetros y regresó a la habitación; se abalanzó sobre Johhny y lo ensartó como si fuera un camarón.
Lo que ocurrió más tarde fue la actuación cumbre de Lana; lloró, moqueó, pataleó, se desvaneció y un jurado tardó 20 minutos en absolver a su hija por homicidio justificado.
Ni siquiera se había enfriado el cadáver de Johnny cuando su jefe Cohen decidió tomar venganza; publicó las cartas de amor que Lana le escribió a su peón y esta quedó exhibida como una madre disoluta y antinatural.
La muerte de Stompanato logró que Lana Turner ganará $11 millones por la película Imitación a la vida , un filme parecido al drama vivido por ella, Cheryl y Johnny. De los tontos, viven los vivos.