CONCURSO. La tercera temporada de Nace una Estrella , de canal 7, terminó sin el brillo propio de una final y más bien deja una serie de preguntas sobre la capacidad de renovarse de un proyecto agotado en su producción.
La gran novedad del último programa fue la traición al público: desde un comienzo habían anunciado que el público sería quien elegiría al ganador, pero no, el equipo de jueces resultó ser el encargado de designar el premio. La gente invirtió dinero durante 11 semanas y, el último día, su poder se evaporó. ¿Cuánto pudo afectar eso el resultado?, no lo sabemos. Sin embargo, quien dominaba los votos por teléfono entre los niños participantes era Jossy Alfaro, pero los jueces eligieron a Adri Lobo, una niña con talento descomunal. En el caso de los adultos, todo apuntaba a que el ganador estaría reñido entre Samael Saborío y Haury Cerdas, pero la diosa fortuna inclinó la estrella hacia el cantante ciego que pedía contribuciones en los buses –así lo vendió la producción–, aunque ahora, la prensa dice que tenía un disco producido por Edín Solís.
Samael tuvo dos canciones difíciles para interpretar y muy mal escogidas para lucir su voz en una final. Los jueces juzgaron bien una y fueron muy estrictos en la segunda. Haury tuvo una canción mediana en dificultad que no concretó con perfección, pero recibió la nota perfecta y cantó otra de su propia autoría; es decir, sin ningún reto para él, pues estaba hecha a su propia medida. Solo para aclarar las cosas, diré que cualquiera de los dos pudo ganar en igualdad de condiciones. Para justificarse, el jurado dice que es un concurso de artistas y no de cantantes. Tampoco entendí. También me gustaría decir que rescatar la voz de Samuel del anonimato y de su propio silencio es tal vez suficiente razón para que ese programa exista en sus tres temporadas.
Si este muchacho continúa, toda la inversión de Teletica, que es mucha, tendrá sentido. Sin embargo, la noche general de la final fue gris. No sé si hubo problemas de audio en los monitores o algo así, pero esa no noche faltaron interpretaciones limpias, ya sean de concursantes o de invitados. Mientras tanto, la producción no generó tensión ni sorpresa ni nada llamativo; todo ocurre como un programa de variedades de un colegio, solo que con más dinero y pompa. Si bien hay un esfuerzo notable por llevar la logística del programa, hay un descuido para encausar las emociones del público.
El jurado mantuvo el tono neutro: casi todo les parecía bien y luego las notas eran diferentes a lo que decía el relator, y rara vez eran capaces de decir algo diferente a lo que uno pensaba en casa. La participación de los locutores fue meramente informativa y llevada a la exageración: todos eran estrellas y todo era lindísimo. Al momento final no se anunció la cuarta temporada, aunque seguramente sí tendremos más búsqueda de talento en el escenario más visto del país.