Un idiota. Así de simple y de crudo. Un idiota a punto de comenzar el rodaje en el que interpretaría a Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes de esta era, la que fue capaz de resumir su visión sobre el tiempo, los agujeros negros y el Big-Bang en un solo libro de 256 páginas que ha vendido más de 10 millones de copias en el mundo.
Es fácil entender por qué Eddie Redmayne no pudo dormir la noche antes de iniciar las filmaciones del biopic La teoría del todo . Recién había quedado como un completo tarado.
El actor londinense que ahora está en boca de todos nació el 6 de enero de 1982. Redmayne encaja a la perfección en el perfil de un Capricornio: es un tipo ambicioso, constante, disciplinado, esforzado, con vocación de éxito.
Los astros y Redmayne tienen su historia. Pero el pelirrojo no ganó el Óscar como mejor actor precisamente por su carta astrológica; sino por algo que tiene que ver más bien con la Astronomía. Talvez hubiera sido mejor que alguien se lo advirtiera antes de que le diera rienda suelta a su autodiagnosticada “incontinencia verbal” cuando, a cinco días del primer “luces, cámaras, acción”, el equipo de producción lo llevó a conocer al afamado astrofísico.
Alguna vez se había cruzado con Hawking en los pasillos de la universidad de Cambridge. Sin embargo, este sería su primer encuentro formal. En cuanto se sentó frente a él, el actor se disculpó por haber abandonado la ciencia cuando tenía 12 o 13 años. Luego, no pudo callar.
”Me pasé mis buenos 30 o 35 minutos contándole su propia vida. Él me miraba con ese brillo pícaro que tiene en los ojos y por el que le llamo ‘el rey de los truhanes’, porque enseguida sabe cómo controlar la habitación en la que entra. Y yo hablando y hablando.
”A él le cuesta mucho hablar y yo odio los silencios, así que seguí sin darle tregua, celebrando que su cumpleaños fuera el 8 de enero, algo que le genera mucha ilusión porque es el mismo día en que nació Galileo. Yo nací el 6 de enero, el día de la Epifanía. No es lo mismo, pude notar. ‘Así que los dos somos Capricornio’, añadí. En ese momento, empezó a escribir algo y su icónica voz mecánica dijo: ‘Soy un astrónomo, no un astrólogo’. Creí morir. Lo que debió de pensar del idiota que iba a interpretar su vida...”, relató, entre carcajadas, durante una entrevista concedida a El País de España.
De tez pecosa, patas de gallo, una dentadura que no le cabe en la boca e inocentona mirada, Edward John David Redmayne ganó el papel debido a su gran parecido físico con Hawking durante su época de juventud, asegura el director James Marsh.
El intérprete afirma haberse obsesionado con las técnicas para representar de una manera verídica el deterioro del astrofísico a lo largo de 25 años. Llenó su iPad con todas las fotografías de Hawking que encontró, se reunió con médicos y aprendió sobre la esclerosis lateral amiotrófica y las particularidades que debía tener su personaje, visitó semanalmente un grupo de personas que padecen de esa enfermedad para estudiar sus movimientos y hasta contrató a la coreógrafa Alexandra Reynolds (la que ideó cómo debían caminar los zombies en Guerra Mundial Z ) para conseguir una impecable personificación. De hecho, se le volvió tan común contorsionar su rostro que una de las maquillistas llegó a notar una cierta transformación en el lado derecho de su cara.
Redmayne no es uno de esos poseedores del Óscar que salieron de la pobreza, como Anthony Quinn o Hilary Swank. De hecho, su abuelo, Sir Richard Redmayne recibió el título de caballero por su labor como ingeniero de minas durante la Primera Guerra Mundial. El sector de las finanzas hizo que su familia amasara tal fortuna, que le permitió enviar a Eddie al prestigioso colegio Eton, donde fue compañero de clase del Príncipe Guillermo y, por si fuera poco, del mismo equipo de rugby.
“Siempre sentí algo de lástima por él porque todos querían taclear al futuro rey de Inglaterra. Él se llevaba todos los golpes”, recuerda el actor.
El Príncipe decidió estudiar Historia del Arte en la universidad Saint Andrews, mientras que Redmayne optó por la misma carrera en Cambridge, justo igual que Jane Wilde Hawking, la primera esposa del astrofísico y en cuyas memorias se basó La teoría del todo .
Entre la familia de Redmayne –de raíces inglesas, irlandesas, escocesas y galesas– nunca antes hubo un actor. Sin embargo, sus padres tuvieron la acertada idea de que tomara clases de drama durante su adolescencia.
Su carrera como actor fue impulsada por los contactos de su madre, una ejecutiva de relaciones públicas. Su primera aparición en escena fue en el Shakeaspeare’s Globe Theatre, en la obra Twelfth Night del 2002.
Su carrera teatral lo llenó de premios, pero antes de su oscarizado protagónico en La teoría del todo (que además le valió un Globo de Oro y un Bafta), ninguna de sus películas lo había hecho acercarse tanto a las estrellas. Hasta entonces, su mejor papel habían sido el de Marius en Los miserables (2012), filme en el que hace gala de su gran talento vocal.
Redmayne jura que es capaz de alcanzar las notas altas de Katy Perry. Sorpresivamente, en el 2013 mencionó al diario británico Metro que, luego de unos tragos, se convierte en una especie de pesadilla en el karaoke y que, una vez que comienza a cantar temas dela artista pop, se pone agresivo si alguien intenta quitarle el micrófono.
Su nada fornida figura –algo que le ayudó a encarnar las etapas más avanzadas del deterioro de Hawking, en las que debía mostrar una escasa tonicidad muscular– le valió un contrato en el 2012 con la marca Burberry, junto a la cotizadísima Cara Delevigne, antes uno de los ángeles de Victoria’s Secret.
Redmayne supo que era famoso hasta el día en que se quedó dormido en un avión y, al despertar, el hombre que iba sentado a la par le preguntó si era alguien importante porque todas las azafatas lo estaban viendo.
Desde entonces, crece en las redes sociales el movimiento de los “Redmaníacos”, en cuyos perfiles se refieren al gentleman inglés, por ejemplo, como “el pecoso dios del sexo”.
Pero los astros definitivamente no están del lado de sus admiradoras, pues Eddie Redmayne contrajo matrimonio el pasado 15 de diciembre con la relacionista pública Hannah Bagshawe. Es ella la responsable de que el actor luzca bien en sus apariciones públicas, ya que él es daltónico y no puede distinguir entre el verde y el rojo.
Fue ella quien celebró, momento a momento cada una de las victorias del ovacionado intérprete, quien estaba dormido cuando escuchó a alguien tocando la puerta de su apartamento y gritando. Era su representante, quien recién se enteraba de que Redmayne había sido nominado como mejor actor en los premios más importantes del sétimo arte.
Con los ojos apenas entreabiertos, el inglés corrió a buscar una toalla y, entre tal alboroto, se golpeó y se provocó una herida. La mejor noticia de su vida con un hilo de sangre que le corría por la pierna.
“Estaba tratando de tomar una toalla para proteger mi modestia”, contó al Daily Mail . Ahora todos lo sabemos: el ganador del Óscar duerme desnudo.
Hoy el idiota ya no tiene nada de idiota. Tiene una estatuilla dorada que luce muy bien en su apartamento. Puede dormir en paz. Tiene fama. Tiene gloria. Pero, sobre todo, consiguió de Stephen Hawking el más significativo de todos los halagos: “Buen trabajo Eddie, estoy muy orgulloso de ti”.