“¿Quién te hizo tanto daño?”, pregunta un muchacho de tez blanca y lacio cabello rubio a Samantha White, una chica de piel negra. “Bueno, 200 años de esclavitud”, le responde ella. El muchacho rubio se limita a exhalar y volver los ojos. Es una reacción casi habitual –aunque no normal–, porque el racismo sigue siendo un tema incómodo de conversar, en especial para quienes no lo padecen.
Dear white people , serie que Netflix estrenará esta semana y que continúa la historia de la película homóloga del 2014, hace del racismo, de sus ramificaciones actuales y su impacto cotidiano, su hilo narrativo y su eje temático.
Es decir: es una serie incómoda.
Lo cual no es un punto en contra; de hecho, lo opuesto: Dear white people retrata la vida de un grupo de estudiantes afroamericanos de la Universidad de Winchester, en la que las tensiones raciales se forman apenas por debajo de la superficie.
En la serie, Winchester forma parte de la Ivy League, un grupo que conjuga a algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos –como Princeton y Harvard–; es decir, que sus estudiantes forman parte de la élite social y educativa del país y, por lo mismo, temas como el racismo o el privilegio blanco han sido supuestamente superados.
Allí, precisamente, es cuando Samantha White entra en escena. La chica decide conducir un programa radial llamado Querida gente blanca , en el que expone las injusticias sociales, activismo incongruente, preferencias culturales y corrección política –o ausencia de ella– a la que se enfrentan las personas no blancas todos los días.
A través de la sátira y el humor, Dear white people pone sobre la mesa un tema importante: en pleno 2017, el racismo sigue vivo; queda todavía muchísimo por corregir, educar y comprender de las personas que lo padecen todos los días, sin importar el contexto. Como bien lo puso Variety , “esta es una serie para audiencias blancas y negras (y de cualquier otro color imaginable)”.
Véalo. Viernes 28 de abril. Netflix